domingo, 12 de octubre de 2008

Bienvenidos

Apreciados visitantes,

Es un placer saludarles e invitarles para que visiten los artículos y trabajos contenidos en este sitio.

Estoy abordando comentarios y análisis respecto a las marcas o distintivos que debe caracterizar a una iglesia Bíblica. Las Sagradas Escrituras no son ambiguas o relativas en cuestiones doctrinales. Ellas nos dan principios claros para guiarnos en la verdad que Dios ha revelado.

Muchas personas se confunden a la hora de determinar si alguna iglesia en particular es bíblica o no, siendo que todas las iglesias dicen tener a la Biblia como su libro guía. No obstante, podemos saber con certeza cuando una iglesia es realmente bíblica y cuándo no. Para ello revisaremos la enseñanza total de la Biblia al respecto.

Soy consciente que algunos temas son muy delicados y otros ofrecen complejidad, como el tema del gobierno de la iglesia, las ordenanzas o sacramentos o cuándo empezó la iglesia. Realmente no quiero tocar los puntos conflictivos en estos temas, sino, más bien, analizar los elementos fundamentales que, a pesar de la diversidad en algunos temas (debido a su complejidad en la Biblia), son comunes, puesto que están de manera clara enseñadas en las Sagradas Escrituras.

Quiero ayudar a los creyentes y las personas que, sinceramente, desean conocer lo que la Biblia enseña sobre la verdadera iglesia.

Si tienen alguna inquietud o desean profundizar en este u otro tema bíblica, no dude en escribirme (jcbbenitez@gmail.com)

Su servidor en Cristo,

Julio Benítez B.

Introducción

Nos ha tocado vivir en un siglo caracterizado por cambios extremos. La ciencia ha progresado gigantescamente, las comodidades y las tecnologías avanzadas son la característica común en todas partes. El mundo de las ideas también es cambiante y, prácticamente, se ha dado una revolución completa en todo sentido. Las costumbres, la cultura, las filosofías, los estilos literarios, la música, el vestido, la política y todo lo relacionado con el hombre van cambiando constantemente de una forma agigantada. La sociedad actual se jacta de ser muy desarrollada y civilizada, de tal manera que, quien no comparta este correr hacia lo novedoso, es considerado retrogrado y enemigo del avance humano.

Pero no solo las esferas sociales, políticas, culturales y científicas cambian rápidamente. Este fenómeno también está presentándose en el campo religioso. Los distintos credos y confesiones religiosas se esfuerzan por adaptarse a las corrientes de cada época, de tal manera que hoy día hayamos a un mundo religioso cambiante. Religión que desee tener el respeto de la sociedad deberá ser pluralista, relativista y ecuménica. Sus valores espirituales no deben alienar ni suprimir las expectativas hedonistas y materialistas de los feligreses. La religión actual debe estar al servicio del hombre y su fin debe ser la glorificación y deificación del mismo.

Este fenómeno cambiante no ha sido ajeno dentro del cristianismo actual. Numerosas Iglesias y denominaciones cristianas se enorgullecen de su modernismo y atracción hacia las nuevas generaciones. Muchos conceptos bíblicos e históricos han cambiado para dar paso a un cristianismo más contemporáneo y adaptable a las novedades de este siglo. Doctrinas como la total depravación del género humano como consecuencia del pecado original son desconocidas, por muchos pastores y predicadores. La suficiencia de las Escrituras en materia de fe y conducta cada día es resquebrajada para dar paso a las ideas y necesidades del hombre postmoderno. La doctrina de la santidad es ignorada por la mayoría y abusada por otros. La paciencia en medio del sufrimiento son conceptos ajenos a una iglesia “próspera materialmente”. El conocimiento de Cristo, a través de la Palabra, ha sido reemplazado por un conocimiento místico característico de las religiones gnósticas de los primeros siglos y de las creencias orientales.

La Iglesia cristiana está atravesando un período de confusión muy grande. Pero en medio de este caos es necesario que se escuchen nuevamente las voces de los profetas de Dios que proclaman “Vuelvan al camino antiguo”, “A la Ley y al Testimonio”. Esta función profética pocos la han querido asumir, porque ella es peligrosa, aleja a los amigos y atrae el desprecio.

Por otro lado, el siglo XXI es testigo de un crecimiento acelerado y “peligroso” de las Iglesias cristianas. Es mas, pareciera que el fin principal de toda iglesia local es crecer lo más rápido posible, en el número de sus asistentes. En ninguna otra época se ha hecho tanto hincapié en las mega iglesias, en el crecimiento explosivo, en las grandes masas asistiendo a conciertos y marchas cristianas. El crecimiento en sí no es malo, la Iglesia primitiva creció en número de asistentes en poco tiempo. Pero el peligro está en que el crecimiento actual, muchas veces, es producto de estrategias “humanistas” de algunas iglesias, y no de la convicción que produce el Espíritu Santo en los corazones de los incrédulos a través de la clara y fiel exposición de las Sagradas Escrituras. En muchas ocasiones la predicación moderna, si es que puede llamarse así, carece de los elementos básicos de lo que debe ser una exposición de las Escrituras. Chistes, historias, testimonios, motivación personal, psicología, humanismo, principios esotéricos y otros elementos ajenos a la verdadera predicación bíblica es el contenido de los sermones actuales en los grandes púlpitos de nuestras ciudades. Aquellos impactantes avivamientos del pasado, con sus predicadores aferrados a la sana interpretación y exposición de las Escrituras han quedado atrás. Los actuales motivadores de avivamientos desprecian el profundo estudio de la teología y las Escrituras, pensando que con sus impulsos místicos podrán crear algo mejor. Existe hoy día una falsa dependencia del Espíritu de Dios, puesto que ésta se ha divorciado de Su Santa Palabra. Calvino, Lutero, Spurgeon, Jonathan Edward, Richard Baxter y otros ministros del pasado fueron pastores de renombre que dependieron constantemente del Espíritu Santo, a través de un estudio profundo y conciente de las Escrituras, los cuales, con su exposición clara, fueron instrumentos para verdaderos avivamientos que condujeron a la sociedad europea y americana a reales cambios como resultado de una conversión genuina.

Por todas partes surgen nuevas iglesias particulares, algunas con algún tipo de organización, otras carecen de los mínimos elementos organizativos. Algunos líderes no están conformes con los manejos que hace el pastor en la Iglesia, y deciden irse para empezar una nueva iglesia en otro lugar. Algunos no han podido conseguir un empleo estable y ven en la creación de una Iglesia la posibilidad de sostenimiento económico, entonces abren las puertas de su casa e inicia una congregación de creyentes. Las denominaciones evangélicas también están afanadas por crecer, abren iglesias en barrios y calles que ya tienen varias congregaciones cristianas.

Como dije antes, el crecimiento no es malo en sí mismo. Somos llamados a proclamar el evangelio por doquier y a ganar almas para el Señor. La Iglesia de Cristo es misionera y debe extenderse a lo largo de todo el planeta. Cada día es necesario que surjan congregaciones cristianas donde se predique con fidelidad el puro evangelio de Cristo. Es mas, comparto la idea de las Iglesias en las casas, esto es bíblico y se ajusta al modelo utilizado por los primeros creyentes. Pero lo preocupante con el actual crecimiento explosivo es que carece de muchos fundamentos bíblicos. Las iglesias locales, aunque sean en las casas, deben contener los elementos básicos que la distinguen como tal. Debemos continuar extendiendo el reino de Dios en medio de este mundo, pero esto debe ser de acuerdo a los principios estipulados por la cabeza máxima de la Iglesia, es decir, Jesucristo.

El afán de crecimiento ha llevado a muchos líderes y misioneros a desconocer la enorme importancia que tiene la Iglesia como institución y organismo creado por Cristo para congregar a todos los salvados. Hoy día muchos inician proyectos evangelísticos desconectados de la vida normal de la Iglesia, porque, según ellos conciben, la Iglesia es un organismo anacrónico, arcaico, que debe dar paso a nuevos estilos de trabajo misionero como los clubes, sociedades y cosas parecidas. Pero hacer esto es desconocer que Jesucristo vino a establecer su Iglesia, que para él, ella es lo más precioso que hay en la tierra. Por la Iglesia él sufrió en la cruz, ella es el objeto diario de su obra santificadora a través del Espíritu, Jesús la cuida y la perfecciona, porque un día, la Iglesia será presentada como su esposa en las bodas celestiales. Fuera de la Iglesia no hay verdadero cristianismo.

A través de este trabajo deseo aportar algunos elementos bíblicos para el buen funcionamiento de las Iglesias locales, que cada día se extienden por todas las naciones latinas.

Es necesario dar testimonio al mundo de la unidad en la fe que caracteriza a los hijos de Dios. Jesús oró por esta unidad y todos los creyentes estamos comprometidos en ella. La verdadera unidad no está relacionada con el actual movimiento ecuménico, sino que se dejará reflejar cuando cada Iglesia local se identifique totalmente con la única fe y doctrina que proviene de las Escrituras. Si todas las iglesias expresan la misma fe bíblica, el mismo amor entre sus miembros, la misma dependencia del Espíritu, la única obediencia a los mandatos de Cristo y honran de la misma manera al Dios que les salvó, entonces el mundo contemplará la unidad de la Iglesia de Cristo. No es necesario crear superestructuras intereclesiásticas para conservar la unidad de la Iglesia. Lo único necesario es que cada iglesia local se mantenga fiel a los principios bíblicos; si todas las congregaciones locales hacen eso, todas serán parecidas y, por todas partes, el mundo conocerá que creemos una misma doctrina y somos una sola iglesia.

Este trabajo va dirigido a la multitud de pastores y líderes cristianos que se esfuerzan por traer pecadores al redil de los salvos. A todos aquellos siervos que trabajan por establecer iglesias locales, pero que anhelan hacerlo en obediencia a la cabeza de la Iglesia; a todos aquellos que desean establecer iglesias verdaderamente bíblicas.

Es mi oración que el Señor nos ayude a entender estos principios y nos permita ponerlos en marcha dentro de nuestras congregaciones.

Julio Benitez Benítez
Bogotá, Marzo/06

I.¿Por qué estudiar la doctrina de la Iglesia?

Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 1 Ti. 3:14-15

Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé. Tito 1:5

El siglo XXI ofrece una paradoja muy interesante en el mundo evangélico. Hoy día se habla de un crecimiento y extensión de las iglesias por todas partes, pero también se presenta un creciente desconocimiento hacia el sentido bíblico de la Iglesia. Si preguntásemos a algún “cristiano” de nuestro tiempo que nos definiera la Iglesia, de seguro escucharíamos respuestas como esta:

- La iglesia es la capilla o el sitio donde nos reunimos para celebrar los cultos
- La iglesia es la organización de pastores y obispos que dirigen nuestra denominación.
- La Iglesia está compuesta invisiblemente de santos, por lo tanto no sabemos donde ubicarla, solo Dios la conoce
- La Iglesia es un gigante anacrónico y arcaico que debe dar paso a nuevos movimientos para atraer efectivamente a los perdidos.
- La Iglesia solamente existe cuando los miembros se reúnen en el nombre del Señor para celebrar los cultos

Muchos creyentes de este siglo no solo ignoran el significado de la palabra Iglesia, sino que desconocen su naturaleza, su importancia en el plan de Salvación y su vocación celestial. Algunos la miran como una institución de antaño, con poca relevancia para el mundo de hoy, otros la miran como un organismo espiritual, invisible, lejano; por lo tanto, sin relación inmediata con el creyente. Otros, aunque no la rechazan verbalmente, si lo hacen cuando no estiman de suma importancia el hacerse miembros de una iglesia local. Otros enfatizan tanto la iglesia invisible que descuidan su compromiso para con la iglesia donde el Señor les ha puesto, otros desestiman las decisiones que la Iglesia toma en materia de disciplina y buscan otra congregación donde le acepten en su estado de rebeldía. Algunos líderes o pastores de Iglesias se apropian tanto de sus miembros que dan a entender un desconocimiento de quién es el Señor y Cabeza de la Iglesia. El panorama que vemos hoy es muy contradictorio, la gente está acudiendo en masa a las Iglesias, pero por otro lado no se preocupan por estar en la Iglesia de Cristo, por conocerla, por cuidarla y apoyarla. Muchos estarían dispuestos a brindar todo el apoyo necesario a organizaciones para-eclesiásticas o clubes de cristianos, pero pocos consideran de gran trascendencia el papel único de la Iglesia de Cristo en la tierra.

La doctrina de la Iglesia no es una opción de estudio para el creyente, sino que este tema es parte importante en las Sagradas Escrituras. Solamente, en el Nuevo Testamento, se utiliza 115 veces el término griego ekklesia (Traducido en español como Iglesia).

En la teología bíblica es imposible hablar de cristianos sin Iglesia. Los verdaderos creyentes no solo forman parte de la iglesia universal de Cristo, sino que se congregan con los santos en una asamblea local. A través de ella el Espíritu manifiesta la gloriosa unidad que representa el cuerpo de Cristo. El individualismo característico de los movimientos evangélicos actuales desestima la importancia de una eclesiología bíblica, en parte, porque pensamos que Jesús vino a salvar a pecadores individuales y lo importante es profesar fe en él como Salvador y nada más. Pero esto es desconocer el propósito Salvador que Dios ha tenido desde el principio. Dios no solo ha estado interesado en los hombres como seres individuales, sino que él ha estado trabajando por la formación y salvación de un pueblo. El Israel del Antiguo Testamento es una figura que nos muestra con claridad el sentido colectivo del plan redentor. Una y otra vez se nos habla del Pueblo de Dios en forma colectiva:

- Ex. 3:7 “… he visto la aflicción de mi pueblo”.
- Lev. 26:12 “Andaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”.
- Deu. 7:6 “Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra”
- Deu. 21:8 “Perdona a tu pueblo Israel, al cual has redimido, oh Señor, y no imputes la sangre inocente a tu pueblo Israel”
- Deu. 33:29 Dichoso, tú, Israel. ¿Quién como tú pueblo salvado por el Señor?
- 1 Sa. 12:22 Porque el Señor, a causa de su gran nombre, no desamparará a su pueblo, pues, el Señor se ha complacido en haceros pueblo suyo.
- 2 Cr. 7:14 si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

Pero, no solamente el Antiguo Testamento presenta la salvación de Dios relacionada con un pueblo, sino que el Nuevo continúa con esta perspectiva. Solo que ahora no se trata de una nación con límites territoriales o relacionadas con una raza especial, sino que el verdadero pueblo de Dios estará conformada por gentes de todas las naciones, lenguas y pueblos.

- Mat. 1:21 “Y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a SU PUEBLO de sus pecados”
- Mateo 2:6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá,No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.
- Lucas 1:77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados.
- Hechos 15:13-14 Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. 14Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre.
- 2 Cor. 6:16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: «Habitaré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo»
- Tito 2:14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.


Vivimos en un siglo que se jacta de sus grandes avances científicos, sociales, políticos, filosóficos y culturales. También la religión corre en este camino de la innovación y el “desarrollo”. Las iglesias o denominaciones que se identifican como cristianas cada día incorporan nuevos elementos a su doctrina, culto y práctica. La “ciencia” y los descubrimientos de la psicología y la sociología “mejoran” el contenido de la predicación, la cual ha sido reemplaza por plácidas charlas de superación personal. El culto de adoración a Dios también ha sufrido grandes cambios: Los himnos con un contenido doctrinal profuso y firme han sido cambiados por estribillos que se caracterizan por su contenido doctrinal débil y ritmo musical que “concentra” a las personas en sus propias emociones y sentimientos. Todo esto ha desfigurado el verdadero sentido de la Iglesia de Jesucristo. Algunos miran a la Iglesia como un centro de terapia psicológica, otros como una institución social. Pero el verdadero sentido y propósito de la Iglesia ha quedado relegado en el olvido.

El apóstol Pablo en 1 Corintios 11:22 exhorta a los creyentes diciéndoles ¿O menospreciáis la Iglesia de Dios…? Existen muchas formas a través de las cuales los cristianos podemos menospreciar la Iglesia de Dios: 1. Desconociendo la enseñanza doctrinal de las Escrituras respecto a la Iglesia. Este tema debe ser investigado por todo creyente que ama a Cristo y su obra en la tierra, “nuestra peregrinación espiritual debe conducirnos hacia un aumento continuo de la investigación, aprecio y aplicación de toda la verdad. La doctrina de la iglesia no debería ser excluida”[1]. 2. Una mala interpretación, y en consecuencia una mala aplicación, del concepto de Iglesia invisible. Este tema, mal explicado, es causante de un desprecio hacia la importancia sublime de la Iglesia local.

No obstante esta gran confusión que reina en el mundo cristiano del siglo XXI, la Biblia sigue firme y levantando la voz para proclamar que la Iglesia de Cristo es una institución sagrada con unas características únicas, establecidas hace mas de 20 siglos por el Salvador y los inspirados apóstoles.

[1] Downing, W. R. La Iglesia Neotestamentaria. Iglesia Bautista de la Gracia. Página 2. (CD BIBLIOTECA PURITANA).

II.Concepto bíblico de Iglesia.

¿Qué es la Iglesia?

A esta pregunta muchos darán respuestas diferentes: Unos dirán, es el edificio o la catedral donde se celebran los cultos a Dios, otros responderán que es alguna de las denominaciones como la Iglesia Católica, la Iglesia Luterana o la Presbiteriana, otros dirán que Iglesia es la jerarquía de obispos y sacerdotes y algunos afirmarán que esta es invisible y por lo tanto no puede ser relacionada con ninguna de las iglesias locales visibles.

Algunas personas piensan que se puede hablar de Iglesia solamente cuando existe una organización eclesiástica jerárquica con juntas directivas locales, regionales, nacionales y mundiales. Otros piensan que no se puede hablar de iglesia cuando los creyentes se reúnen en casas.

Pero las afirmaciones anteriores están fundamentadas en tradiciones humanas y no en claros principios bíblicos. La realidad es que las Escrituras, en su definición de Iglesia, difieren mucho de las concepciones modernas.

1. Significado literal. La palabra “Iglesia” utilizada en nuestras traducciones españolas de la Biblia es una transliteración del término griego ekklesía, el cual, a su vez, consta de dos partes: La preposición “ek” (fuera) y la forma nominal “Klesía”, derivada del verbo “Kaleo” (llamar). Ekklesía, literalmente significa “llamada de” o “llamar aparte”. Con el fin de tener mayor claridad sobre el uso de la palabra iglesia en las Escrituras analicemos su significado en el Antiguo Testamento, en el mundo griego y en el Nuevo Testamento.

La versión de los Setenta (Septuaginta) traduce la palabra hebrea “Kahal” por “Ekklesía” (Iglesia). Tiene el sentido básico de asamblea (Dt. 9:10; 1 Re. 8:65). Pero también se utiliza con un significado teológico cuando se habla de la “asamblea de Israel” (1 Re. 8:14) o la “asamblea de los santos” (Sal. 89:5)

El mundo griego. Utilizan “ekklesía” para referirse a una asamblea popular (Hch. 19:32, 39-40).

El Nuevo Testamento. Ekklesía es utilizado para referirse a “la asamblea de aquellos a quienes Dios mismo congrega”[1]. Se utiliza 115 veces en el Nuevo Testamento, incluyendo una variante de lectura. Tres veces se refiere a una asamblea política (Hch. 19:32-41)[2], dos veces a la asamblea de Jehová (Hch. 7:38; Heb. 2:12) y Ciento Diez veces se refiere explícitamente a la asamblea de Jesucristo. En los evangelios aparece solamente tres veces: Mateo 16:18 y 18:17. En el primer pasaje Jesús dice que edificará a su Iglesia. Aquí el término ekklesia es utilizado en su sentido más inclusivo, pues no se refiere a una local específica. Esta asamblea pertenece exclusivamente a Jesucristo, quien es su fundador, y él garantiza que será victoriosa y conquistará a pesar de la oposición del enemigo. En el segundo pasaje, Ekklesía se refiere a un grupo de personas reunidas en un lugar visible, con el fin de escuchar a un miembro para asuntos de disciplina. En Hechos se utiliza Veinte veces, incluyendo una variante. (2;47; 5:11; 8:1; 8:3; 9;31; 11:22; 11:26; 12:1; 12:5; 13:1; 14:23; 14:27; 15:3; 15:4; 15:22; 15:41; 16:5; 18:22; 20:17; 20:28). Es utilizada para referirse a la Iglesia local de Jerusalén (8:1), a la Iglesia de Judea y a la congregación de Israel en el Antiguo Testamento (7:38). Aunque sus miembros no estén reunidos en culto, de todas formas se sigue llamando Iglesia (Hch. 8:38). Cada asamblea de creyentes ubicada en las distintas ciudades era considerada una iglesia (14:23), este pasaje nos deja ver que una Iglesia puede existir aunque no tenga ancianos o pastores, aunque lo mas saludable es que los tenga.

El Nuevo Testamento habla de la Iglesia en un sentido universal (19 veces) pero da mayor énfasis a su aspecto particular o local (91 veces).

2. Significado teológico. Basados en los pasajes anteriores y otros que no hemos considerado en este libro, podemos concluir algunos significados teológicos, acordes con la interpretación que los santos siervos del Señor le han dado en tiempos pasados y presentes:

La Iglesia es la sociedad cristiana de los hijos, del pueblo y del Reino de Dios.

“Esencialmente es una institución permanente, divina, una definida, visible, llamada asamblea de los discípulos de Jesús, consistiendo de una sociedad colectiva y universal de cristianos, compuesta principalmente de muchas distintas y locales sociedades de cristianos”[3].

Pendleton ofrece dos definiciones teológicas para la Iglesia, la primera es una definición esencial: “Una iglesia es una congregación de discípulos de Cristo, bautizados, unidos en la creencia de lo que Él ha dicho y comprometidos a hacer lo que Él ha mandado”, y la segunda definición es descriptiva: “Una iglesia es una congregación de discípulos de Cristo, bautizados, que le reconocen a Él como su Cabeza, que confían en Su sacrificio expiatorio para la justificación delante de Dios, que dependen del Espíritu Santo para la santificación, que están unidos en la creencia del Evangelio y comprometidos a mantener Sus ordenanzas y a obedecer sus preceptos, reuniéndose para el culto y cooperando para la extensión del reino de Cristo en el mundo”[4].

“La Iglesia es la forma visible y terrena del reino de Cristo y la organización divina escogida para su adelantamiento y triunfo. Organizada y gobernada por las leyes del Rey invisible y compuesta de los súbditos del reino celestial, los cuales por el símbolo de fidelidad han profesado lealtad para con Él”[5].

Desde el punto de vista de la elección, y según el cumplimiento final del propósito divino puede ser definida como la comunidad de los elegidos. Desde el punto de vista del llamamiento eficaz puede ser definida como el cuerpo de aquellos que son eficazmente llamados o la comunidad de los fieles creyentes.[6]

La confesión Bautista de 1689 define a la Iglesia de la siguiente manera: “La Iglesia católica o universal, que (con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la gracia) puede llamarse invisible, se compone del número completo de los elegidos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza; y es la esposa el cuerpo, la plenitud de Aquel que llena todo en todos”. (Cap. 26, Párrafo 1.)

Otras confesiones de fe de las Iglesias reformadas dan las siguientes definiciones para la Iglesia:

“La iglesia es la congregación de los santos (la asamblea de todos los creyentes)”. Confesión de Augsburgo. “…El Hijo de Dios, de toda la raza humana y desde el principio hasta el fin del mundo, congrega, protege y preserva para sí, mediante Su Espíritu y Palabra y en la unidad de la verdadera fe, una comunidad elegida para vida eterna”. Catecismo de Heidelberg. “Afirmamos, por tanto, según la Palabra de Dios, que es la compañía de los fieles que acuerdan seguir su Palabra”. Confesión Francesa. “Creemos y profesamos una iglesia católica o universal, la cual es una congregación santa y una asamblea de verdaderos cristianos creyentes, que esperan su salvación en Jesucristo, siendo lavados por su sangre, santificados y sellados por el Espíritu Santo” Confesión Belga.

“Una iglesia Neotestamentaria es una reunión de gente llamada fuera.., por la predicación del evangelio, acompañada por la obra regeneradora del Espíritu Santo, y bautizada en la fe y comunión del evangelio, a una vida de conformación a la voluntad de Dios, y a ejecutar la voluntad y perpetuar las ordenanzas de Cristo hasta que Él venga”[7].

B. Iglesia Universal e Iglesia local. Las anteriores definiciones, y los pasajes bíblicos que analizamos al principio de este capítulo, nos dejan ver dos aspectos de la Iglesia de Cristo: Su universalidad y su carácter local. En la historia de la teología se ha hablado de la Iglesia Universal e invisible y de la Iglesia local visible. Algunos han defendido estas dos características de la Iglesia, mientras que otros, como los landmarkistas niegan el carácter universal e invisible de la misma. En realidad debemos ser cautelosos y muy claros al estudiar estos dos aspectos de la Iglesia, pues, una mala comprensión de la invisibilidad de la Iglesia universal puede conducir a un desprecio o poca estima de la importancia de la Iglesia local. Por otro lado, las Escrituras presentan la verdad que Cristo solo tiene una Iglesia, no hay algo así como una Iglesia invisible distinta de la iglesia visible, esto es absurdo.

1. Universalidad de la Iglesia. Como hemos visto en algunas definiciones teológicas de Iglesia presentadas al inicio de este capítulo, se le indica como algo general y universal. Cuando se habla de la Iglesia como la congregación de los santos de todos los tiempos, que han sido elegidos por Dios para Salvación, a través de Cristo, estamos refiriéndonos a la Iglesia en términos Universales. Realmente las Escrituras, cuando hablan de la Iglesia, lo hacen mayoritariamente refiriéndose a las congregaciones locales o particulares. En pocos pasajes se hace referencia a ella en términos regionales o universales. Cuando Jesús dijo que él edificaría Su iglesia, se refiere a una sola Iglesia, es decir, universal. De la misma forma Pablo, en Efesios, utiliza muchas veces el término Iglesia, no refiriéndose a una o varias iglesias locales, sino a una Iglesia universal o general. Ef. 1:22-23 “Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Otros pasajes que hablan de la Iglesia en sentido universal son: Mt. 16:18; 1 Co. 12:28; Ef. 1:22; 4:11-15; 5:23-25,27,29,32; Col. 1:18,24; He. 12:23. Las verdades que contienen estos pasajes están relacionadas, especialmente, con la Iglesia universal de Cristo. Jesús solo tiene una esposa, y esta es la iglesia universal. Sería imposible hablar de cada iglesia local como una esposa distinta, pues, esto implicaría que en las bodas del cordero, Jesús tendría numerosas esposas, pero la enseñanza bíblica es muy clara, Él prepara para sí una sola esposa. Muchas veces se habla de esta iglesia como invisible, pero debemos ser cuidadosos al hablar en este sentido, pues, esto se ha prestado para un descuido en los deberes de los creyentes en hacerse miembros de una iglesia local o particular. Realmente las Escrituras no hablan de una iglesia invisible y de otra visible, o de una iglesia espiritual y otra concreta. Jesús solo tiene una iglesia y ésta es visible. Aunque es propio hablar de la invisibilidad de la Iglesia universal solamente en el sentido de que “No se puede ver directamente la obra del Espíritu que une una persona a Cristo. Es invisible porque no podemos juzgar perfectamente la verdad de la gracia de otra persona. Es invisible porque la Iglesia como un todo no es aún una realidad terrenal perfecta. Las iglesias visibles son sólo manifestaciones imperfectas y parciales de la misma. Si bien la iglesia Universal no es perfecta o completamente visible, es prácticamente visible. No existe un verdadero cristiano que no confiese el nombre de Cristo y le obedezca externamente.”[8] Jesús garantizó la perpetuidad de su Iglesia (Mt. 16:18; 24:14; 28:20; Mr. 4:30-32; Sal. 72:16-18; Is. 9:6,7), no obstante muchas iglesias locales perdieron su norte y se volvieron apóstatas (Ap. 2:5; cf. 1:20; 1 Ti. 3:14,15). Esto implica que la perpetuidad se refiere solamente a la Iglesia universal de Cristo. En todos los tiempos el Señor ha guardado para sí un pueblo fiel, en distintos lugares. Negar la universalidad de la Iglesia de Cristo conlleva a un aislamiento malsano y perjudicial para los creyentes. Las iglesias locales no son separadas e independientes totalmente de las otras. Hay un vínculo estrecho que nos une. Tenemos una sola cabeza, que es Cristo. Dependemos de la guía del único Espíritu de Dios. Estamos cimentados en la enseñanza de los únicos apóstoles y profetas de Cristo. Somos bautizados por el Espíritu al mismo cuerpo. “Aunque no tenemos una promesa absoluta de que nuestra propia iglesia local continuará, sí sabemos que la Iglesia universal de Cristo siempre continuará visiblemente. La manera en que Él ha ordenado que eso ocurra es en iglesias locales.”[9]
¿Esta Iglesia universal tiene algún gobierno que la guíe? La Iglesia universal es gobernada directamente por su cabeza, Jesucristo. (Col. 1:18; Ef. 4:11-16; 1:20-23; 5:23-32; 1 Co. 12:27,28; Jn. 17:1-3; Mt. 28:18-20; Hch. 5:31; Jn. 10:14-16). La Iglesia Católica, con su cabeza visible a través del Papa, pregunta una y otra vez a los protestantes: ¿Cómo funciona eso de que Cristo sea la cabeza de la Iglesia Universal, siendo que él está en el cielo y no en la tierra? ¿De qué manera ejerce Cristo ese gobierno sobre la Iglesia? La única respuesta que podemos dar es que “Cristo ejerce su jefatura mediante los representantes en la Tierra designados por él”[10]. Jesús gobierna en la tierra a través de su vicario el Espíritu Santo (Jn. 14:16-18,26; 15:26,27; 16:7-13; Hch. 16:6-10; 2 Co. 3:17,18). El Espíritu Santo inspiró a los apóstoles y profetas para que sus enseñanzas y directrices gobernaran a la Iglesia universal. (Mt. 16:16-18; Ef. 2:19-22; Hch. 1:20-26; Ap. 21:14). Estos apóstoles, autorizados por Cristo, la Cabeza, designaron ancianos o supervisores para las iglesias locales, los cuales aunque solamente ejercen una autoridad local, tienen la autoridad Cristo y gobiernan Su Iglesia.


2. La Iglesia local. La Iglesia de Cristo se expresa solamente a través de Iglesias locales. Como hemos dicho anteriormente no podemos hablar de dos clases de Iglesias, solo hay una. Pero esta verdadera Iglesia de Cristo podemos conocerla solamente a través de su expresión visible en la asamblea local. Si alguien se jacta de pertenecer a la Iglesia y descuida su deber de hacerse miembro en una asamblea local, el tal no ha entendido el verdadero sentido que nos enseña la Biblia sobre la importancia de las iglesias locales. El famoso predicador Dr. Martyn Lloyd-Jones tratando el tema de la Iglesia en sus dos sentidos: Universal y local, termina afirmando lo siguiente: “No podemos ver el alma de las personas, pero sabemos que cada persona tiene un alma y expresa ese hecho a través del cuerpo, a través de la conducta y la vida, lo invisible manifestándose a través de lo visible. Y eso es ciertamente cierto de la iglesia cristiana. A parte de las iglesias locales, (no) existe tal cosa como la Iglesia. El cuerpo de Cristo es una entidad, es algo real y viviente.” Si bien es cierto que algunos miembros de las iglesias locales no son, de hecho, miembros de la única Iglesia de Cristo, porque en ellos no se ha dado una obra de regeneración, esto no debe minimizar la urgencia de todo aquel que ha puesto su fe en Cristo para buscar el ser miembro de las asambleas que han sido designadas directamente por Cristo como expresión visible de su cuerpo. Las Iglesias locales no son mas que un grupo de creyentes, regenerados, llamados fuera del mundo, congregados para la mutua edificación a través de una práctica común de la predicación verdadera de la Palabra de Dios, la administración de los sacramentos, el ejercicio de la disciplina, la celebración cúltica y la obra de evangelización. (Hch. 2:41,47; Mt. 18:20; Hch. 2:44; 4:32; 2:42-47).

Veamos algunas definiciones y calificaciones que se han dado a la Iglesia local:

“Una iglesia de Cristo, bien definida y bien establecida, es una compañía de personas fieles, separada de incrédulos, reunida en el nombre de Cristo a quien adoran en verdad y obedecen con prontitud. Son una hermandad, una comunión de santos, cada una firme en su libertad cristiana de practicar todo aquello que Dios le ha ordenado y revelado en su Santa Palabra” (Cita de Henry Barrow en el libro Cristo amó a la Iglesia)[11]



[1] Compendio del Diccionario Teológico. Ed. Desafío. Michigan. 2002. Pág. 393
[2] “El término ekklesía es utilizado 3 veces aquí, en un sentido general o no eclesiástico. Se refiere a un grupo de personas reunidas con un propósito no específico. Esta asamblea o iglesia estaba conformada por “la multitud”, “la gente”, “los hombres de Éfeso”. Eran un grupo de hombres que tenían acceso a una “asamblea regular”. Aparentemente la diferencia entre esta asamblea y la “asamblea regular” era que esta no estaba organizada de manera ordenada. De cualquier manera, consistía de los hombres de Éfeso que en otras ocasiones si se habían congregado ordenadamente. “ (Conferencia de Eclesiología por el Pastor Greg Nichols en la Iglesia Bautista de la Gracia, Santiago. Rep- Dominicana. Febrero 2005).
[3] Conferencia de Eclesiología por el Pastor Greg Nichols en la Iglesia Bautista de la Gracia, Santiago. Rep- Dominicana. Febrero 2005.
[4] Citado por F. Lacuela en su libro “La Iglesia, cuerpo de Cristo”. Ed. Clie. Barcelona. 1973.
[5] H. Harvey, La Iglesia. Ed. Clie. Barcelona.
[6] Berkhof, Luis. Teología Sistemática. Ed. T.E.L.L. Jenison. 1995. Páginas 677-678.
[7] Cobb, J. E. Manual de la Iglesia Bautista. Casa Bautista Misionera de Publicaciones. Texas. Página 11.
[8] Waldron, Samuel. Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689. Evangelical Press. Santo Domingo. 1997. Página 317.
[9] Ibidem, Pág. 318.
[10] Ibid. Pág. 319.
[11] MacDonald, William, Cristo amó a la Iglesia. Páginas orientadoras. Páginas 12-13.

III. Comprendiendo la alta vocación de la Iglesia en el plan salvífico de Dios

El propósito de Dios sigue siendo el de salvar a un pueblo para sí. Sigue en pie la idea de bendecir a un pueblo especial. Jesucristo mismo dijo que el propósito de su misión en esta tierra es el de edificar un pueblo, el cual fue llamado la Iglesia. (Mateo 16:18). El libro de los Hechos nos presenta al Señor salvando personas para unirlas a la Iglesia, no se consideraba la obra evangelística o misionera fuera del contexto de las iglesias. Hechos 2:47 Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. El Espíritu Santo, a través de los apóstoles, profetas y ancianos edificaba a la Iglesia, esta edificación no estaba dirigida, especialmente, a personas individuales, sino que todo el pueblo de creyentes es edificado por el Señor. Las persecuciones se desataron solamente sobre los creyentes, pero estos eran identificados en el contexto de la Iglesia como pueblo. Hechos 12:1. Las cartas apostólicas también insisten en la corporeidad del Pueblo de Dios. La mayoría de las epístolas tienen como fin edificar, no a una sola persona individualmente, sino al pueblo de Dios, es decir, a la Iglesia. Incluso, las cartas que fueron dirigidas a personas específicas, como las de Pablo a Timoteo, Tito y Filemón, están orientadas hacia la edificación de la Iglesia. 1 Cor. 12:28 enseña que los dones son dados a la Iglesia para su edificación, no se trata de habilidades espirituales individuales para un fin individual, sino de un don de Cristo para edificar a todo el pueblo, como también es afirmado en Efesios 4:9-16. La carta a los Efesios, tiene un énfasis eclesiológico muy importante, en ella podemos encontrar grandes verdades desconocidas por muchos creyentes de este siglo. Efe. 1:23 expresa que la Iglesia, bajo la cabeza gloriosa de Cristo, es depositaria de la plenitud divina. La Iglesia es aquello que completa a Cristo, así como el esposo es completado por su esposa. Ella es ahora el templo donde reside la presencia del Espíritu de Dios. Si bien es cierto que los creyentes somos templo del Señor, esto solo será en dependencia total de la Iglesia como templo perfecto de la morada de Dios. (Ef. 2:3.-22). Ef. 3:21 Nos deja ver que la Iglesia es el organismo en la tierra encargado de expresar en perfección la gloria de Dios. Efe. 5:21-33 contiene verdades gloriosas respecto a la Iglesia: - Es considera como el cuerpo de Cristo en la tierra, - Jesús es su salvador, - Cristo ama a la Iglesia a tal punto de haberse entregado por ella, - El ministerio de la Palabra tiene como fin limpiar constantemente a la Iglesia – Ella está siendo purificada por el Señor para presentársela a sí mismo como una Iglesia gloriosa, santa, sin mancha y sin arruga, - Jesús cuida y sustenta a Su Iglesia. Este pasaje reafirma la verdad enseñada en Hechos 20:28, que Cristo vino a salvar a un pueblo para sí. La obra de redención fue realizada por la Iglesia, como un pueblo.

1 Timoteo 3:15 presenta a la Iglesia como columna y baluarte de la verdad. Ella es la guardiana y fundamento que sostiene la gloriosa verdad del evangelio. 1 Ped. 2:9-10 habla de la Iglesia como un linaje especial de sacerdotes, una nación santa y un pueblo adquirido por Dios.

“Es por medio de la iglesia neotestamentaria que Dios ha designado revelar su infinita sabiduría a los poderes del universo (Ef.3:8-11). En este mundo pecaminoso, rebelde y ciego, el orden divino ha sido mantenido únicamente en la iglesia neotestamentaria. (Vea 1 Co.11:1-16, especialmente 2-10; Ef.3:8-11.) El propósito redentor eterno de Dios, centrado en la Persona y la obra del Señor Jesucristo, es revelado mediante la institución de Su iglesia.”[1]

A través de todos estos pasajes, y muchos mas, vemos que la Iglesia no es cualquier institución en la tierra, ella es el propósito directo de la obra de Cristo. Es por eso que los cristianos del siglo XXI debemos volver nuestra mirada hacia un conocimiento correcto de ella, pues, no amarla, es no amar lo que Cristo mas ama en la tierra. Dios ama al pecador que se arrepiente, pero más ama a su Iglesia en conjunto. No tengamos un concepto pobre sobre la Iglesia porque estaremos desestimando al Cuerpo glorioso de Cristo.

Las iglesias particulares son los cuerpos “por medio de los cuales Dios manifiesta su multiforme sabiduría a través de la creación de un solo y nuevo hombre tomado de todas las razas y clases”[2].

La Iglesia es más que una organización compuesta por grupos de personas. “El Nuevo Testamento habla de la iglesia como el edificio de Dios, como su cultivo, su viña, su templo, su familia, su olivo, su ciudad y su pueblo. También describe su ministerio como don de Dios (1 Co. 12:28), y del Cristo exaltado (Ef. 4:11), o del Espíritu Santo (Hch. 20:28). Pablo reconoce la prioridad de la Iglesia de Jerusalén, no a causa de la importancia personal de ciertos individuos que la componen sino porque esta comunión de hombres y mujeres era la asamblea de Dios en Cristo. Esto es, él reconoció el hecho de la acción de Dios y no lo trató como un asunto sujeto a la especulación humana. Así como la Iglesia es un hecho establecido por Dios, también ella es el lugar donde Dios actúa para nuestra salvación. Aquí es donde el Señor resucitado sale al encuentro de los hombres y los transforma de rebeldes hacia su Hacedor en niños de su Padre celestial, trayéndolos de la enemistad a la paz. La Iglesia celestial es la novia que espera a Cristo, su Novio (Mr. 2:19,20; 2 Co. 11:2; Ro. 7:1-6, y en especial Efesios y Apoc. 19-21)[3].

Las Sagradas Escrituras no escatiman esfuerzo alguno en declarar el origen celestial y la alta vocación de la Iglesia:

- Fue edificada e iniciada por Cristo. Mateo 16:18. Ningún hombre mortal o sínodo o imperio puede ser considerado como el iniciador de la Iglesia, fue Dios mismo quien le dio su origen. La Iglesia no está fundada sobre un cimiento humano, sino sobre la eterna persona de Cristo. Ef. 2:19,20.Teniendo un origen divino, entonces debe ser considerada como lo más alto en medio de la sociedad humana. A veces, gracias al denominacionalismo existente, muchos cristianos se confunden al mirar su iglesia local, como, simplemente, parte de una denominación, y dejan de verla como el edificio que Cristo mismo está construyendo.

- Fue comprada por la sangre de Cristo. Hch. 20:28. Toda iglesia verdadera está conformada por personas que han sido redimidas por la sangre de Cristo. Esta asamblea de personas salvas (aunque no todos los miembros sean salvos), es un organismo especial porque al Señor le costó su propia sangre. El precio pagado por este pueblo fue incalculable. La Iglesia le costó al Señor su propia vida. Los sufrimientos mas grandes de nuestro Salvador dieron origen a la Iglesia. No solo fueron los sufrimientos físicos, sino que a esto se le añade el hecho de que Jesús llevó sobre sí la culpa y oscuridad de nuestros pecados. Ahora, dependiendo de lo que algo cueste, a si mismo, esto tendrá su valor. Siendo que la Iglesia costó la sangre preciosa del Hijo de Dios, entonces su valor es celestial y mas alto que cualquier cosa preciosa en esta tierra. ¿Habrá algo mas costoso que la sangre del Dios eterno? Ningún pastor, líder, diácono, o miembro debe tener en poca estima a un organismo que es tan precioso como la sangre de Cristo. El que rechaza o tiene en poca estima a la Iglesia, también tiene en poca estima la sangre de Cristo que fue derramada por ella.

- Fue salvada por Cristo. Ef. 5:25-29. La Iglesia es el objeto del amor soberano de Cristo. No se trata de un amor general, como el que tiene Dios por todos los hombres, justos e injustos, cuando hace salir el sol o envía la lluvia sobre ellos. El amor de Dios por la Iglesia es tan profundo, fuerte e íntimo, que, en la tierra, solo puede ser comparado por la relación íntima y única que existe entre una pareja de esposos. Así es el amor de Cristo por la Iglesia. Él la salvó. ¿Es esa la estima que nosotros tenemos hacia la Iglesia? Cuando una persona hace daño a la congregación de los santos, ya sea con comentarios dañinos, divisiones, aprovecharse materialmente de la fe, engañar a los hermanos u otros pecados enfocados hacia la comunidad cristiana, el tal, no solo hace daño a los hermanos, sino que afrenta al Salvador eterno, el cual dará, en su tiempo, un castigo ejemplar.

- Es santificada por Cristo. Ef. 5:26-27. La Iglesia es tan importante para Dios, que no solo envió a Jesús para que la comprara con su sangre preciosa, sino que la sigue purificando cada día, puesto que será presentada como la novia sublime del divino salvador. La Iglesia es santificada por la palabra. Jesús se encarga de dotar a hombres para que sean pastores y predicadores que proclamen, con fidelidad, la enseñanza clara de las Sagradas Escrituras. Esta predicación no es simplemente un discurso sino que es la Palabra de Dios hablada para limpiar de sus impurezas a la novia de Cristo. Esto implica que todos los creyentes deben amar con gran devoción ese momento glorioso en el cual el Salvador nos habla, a través de sus siervos, con el fin de conducirnos a una pureza creciente. Aquellos que dejan de congregarse están perdiendo la oportunidad de escuchar la Palabra predicada que puede ayudarles a limpiarse de toda maldad.

- La Iglesia es la esposa de Cristo. Ef. 5:22-32. “Porque os celo con celo de Dios; pues os he deposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. 2 Cor. 11:2. Por lo general, cuando un hombre escoge a una mujer para casarse con ella, esto obedece a que su corazón se ha prendado de esta mujer. Cuando el amor verdadero une a dos corazones, estos deciden unirse en matrimonio. Jesús, Dios eterno, ha decidido desposarse con la Iglesia, porque el amor de su corazón es ella. Es imposible amar a Cristo y a la vez pretender desconocer la importancia de la Iglesia, pues, ella es el delirio de su corazón.

- Es el cuerpo de Cristo. Col. 1:18; Ef. 4:12. La Iglesia no es un club social, no es una Ong, no es una institución de carácter social, no es una empresa, no es una organización humana mundial, no es política, ni cosa que se le parezca. Ella es celestial en su llamamiento. Es más que una organización, es un cuerpo, un organismo vivo, cuya preeminencia se encuentra en la cabeza, que es Cristo. Los mas grandes daños hechos a la Iglesia no han venido de los impíos y enemigos externos de ella, sino de aquellos que, desde dentro, han tratado de tergiversar el verdadero llamamiento de la misma. La Iglesia es, nada mas y nada menos, que el cuerpo de Cristo. Todos los miembros verdaderos de la Iglesia han sido injertados en ella, y por ende en Cristo, para ser uno con él. Solamente la Iglesia tiene este alto llamamiento. “Como cabeza de su iglesia, Cristo le da vida y crecimiento (Col. 2:19; cf. Ef. 4:15,16). Él es su cabeza orgánica. Como su cabeza también ejerce autoridad sobre la iglesia; por cierto, sobre la totalidad de la creación, para el beneficio de la Iglesia (Ef. 1:20-23). Si el Hijo de Dios es la cabeza orgánica y gobernante de la iglesia, entonces la iglesia no depende en ninguna forma de ninguna criatura, ángel o lo que sea. En un individuo humano, el cuerpo debe, en gran medida, a la cabeza su vida vigorosa y su crecimiento.”[4] MacArthur hablando de la importancia de la Iglesia como cuerpo de Cristo dice “Pero la imagen mas profunda, sin paralelo en el Antiguo Testamento, es la del cuerpo. La iglesia es un cuerpo, y Cristo es su cabeza. Este concepto no se usa en el sentido de la cabeza de una compañía, sino que señala a la iglesia como un organismo viviente, unido de manera inseparable por Cristo. Él controla cada parte del cuerpo y le da vida y dirección.[5]” Cristo como cabeza de la Iglesia, no solo es el principio de la misma, sino “que es el verdadero manantial de la vida espiritual de la iglesia”[6]. La Iglesia, siendo el cuerpo, es el medio a través del cual Cristo se expresa y manifiesta en la tierra. ¿Podremos en tener en poca estima a la Iglesia?

- La Iglesia es propiedad del Dios viviente. 1 Co. 1:2; 1 Tim. 3:15; Ro. 16:16.

- Es el edificio de Dios. 1 Co. 3:9. La Iglesias no se construye por la voluntad de los hombres, sino que ella es edificada directamente por la voluntad de Dios. Los pastores y predicadores se convierten en instrumentos que utilizan la Palabra de Dios para llevar a un crecimiento pleno a todos los miembros. Siendo que para esta edificación no se utilizan las filosofías, dogmas y métodos de los hombres, sino los principios y el poder de Dios, entonces podemos afirmar que Dios mismo es quien construye este edificio utilizando a sus servidores. Tener en poca estima a la Iglesia es desconocer quién está construyéndola. “Pablo usa repetidamente la imagen de la construcción en sus epístolas. Representa a los cristianos como el edificio de Dios (1 Cor. 3:9,16) y hace notar que Cristo es el único cimiento (vv. 10-14; Ef. 2:20). Describe la vida espiritual de los creyentes como un proceso de edificación (Ef. 4:29; 1 Ts. 5:11). También revela que los cristianos están siendo edificados juntos en Cristo (Ef. 2:22; Col. 2:7).[7]” Todo creyente que se aleja del cuidado y comunión de la Iglesia Local está dejando de ser edificado conforme a los principios bíblicos.

- Dios la está labrando. 1 Co. 3:9. La labor de los pastores y maestros que Cristo ha dado a la Iglesia, no trabajan para ellos mismos, sino que se convierten en instrumentos especiales a través de los cuales Dios mismo se encarga de edificar y dar crecimiento a los suyos. La Iglesia es como un huerto cuyo propietario es Dios mismo. ¿Podremos vivir lejos de la Iglesia y a la vez pretender estar cerca de Dios?

- Es la habitación de Dios. Ef. 2:22. Aunque los cielos de los cielos no pueden contener la presencia sublime del Dios Santo, a él le place tener moradas especiales entre los hombres. En tiempos prístinos de la nación israelita habitó en el Tabernáculo y en la época de la monarquía en el Templo de Salomón. Hoy día ha hecho morada en la Iglesia. “Dios en el Espíritu hace su santuario terrenal en la iglesia, donde establece su residencia permanente como Señor. Es seguro que esta figura trajo una percepción vívida de las cosas a las personas que vivían en medio de templos donde se creía que moraban las deidades paganas, como era el caso con el templo de Artemisa en Éfeso. Lo cierto es que la Iglesia no es una cámara secreta y diminuta donde se guarda un ídolo, sino el inmenso cuerpo espiritual conformado por todos los redimidos, dentro del cual reside el Espíritu de Dios.[8]” La Iglesia es “el santuario sagrado de Dios en Cristo y en el Espíritu, formado de muchas piedras vivas, que se ayudan y sostienen mutuamente a pesar de su forma diferente y de la distinta posición que ocupan en el edificio.”[9] Las piedras vivas no pueden estar aisladas, pues así no conformarían edificio alguno. Siendo que la figura del templo representa el lugar donde Dios quiere tener comunión con su pueblo, podemos afirmar, entonces, que la Iglesia, es el lugar donde Dios guarda estrecha comunión con su pueblo.

- La Iglesia es el Reino del Hijo amado de Dios. Col. 1:13. Aunque Dios gobierna soberano sobre toda la creación, Jesús, es reconocido plenamente como Rey sobre la Iglesia. Ella está compuesta de súbditos que se gozan en obedecerle. Este es un reinado de luz, verdad, amor, paz, justicia perfecta. Este reino sigue creciendo cada día con los nuevos súbditos que son atraídos por la fe. Este reino se expresa hoy en la Iglesia.

- Es la casa espiritual y el templo de Dios. 1 Ped. 2:5; 1 Co. 3:16. Hoy día Dios no mira mas el tempo de Jerusalén como su casa, sino que ahora él es adorado en una casa “espiritual”, de acuerdo a las palabras de Cristo en Juan 4 “Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad”, pero esto no quiere decir que Dios no tenga un templo especial en esta dispensación, el templo es la Iglesia, la cual es construida con piedras vivas que reciben su poder vivificador de Cristo. “La casa espiritual, que es la Iglesia, es una expresión que alude a su condición de santuario (Comp. Con 1 Co. 6:19; 2 Co. 6:16), pues también el templo antiguo era llamado casa (v. Sal. 69:9; Is. 66:7). En él ejercen los creyentes su sacerdocio, no solo por medio de la oración de intercesión, sino también mediante los sacrificios espirituales (v. Ro. 12:1; Fil. 4:18; He. 13:15,16)[10]”. William MacDonald también coincide en afirmar “La casa espiritual está constituida por todos los creyentes en Cristo, y es por ello lo mismo que la Iglesia. La iglesia tiene esto es común con el templo del Antiguo Testamento, que es la morada de Dios sobre la tierra (1 Re. 6:11-13; Ef. 2:22). Pero está en contraste con el templo, un edificio físico, tangible, hecho de materiales hermosos pero inertes y perecederos. La iglesia es una estructura edificada con piedras vivas”[11].

Siendo que las Iglesias locales son la expresión de la Iglesia Universal de Cristo, entonces, la comunión local de los santos se constituye en morada, casa y templo de Dios. Insisto en afirmar que no se trata de la casa o capilla donde se celebran los cultos, esto no debe ser llamado templo, sino que me refiero a la comunión de los salvos. Estos, y solo estos se constituyen en el templo de Dios, en su casa. De esta forma podemos decir que si los hombres quieren ver la gloria de Dios, deben mirar a su templo, es decir, a la Iglesia. En la dispensación antigua los israelitas oraban mirando en dirección hacia el templo de Jerusalén, hoy día podemos decir que si los hombres quieren tener comunión con Dios, deben mirar a la Iglesia, puesto que a través de ella Jesús expresa el olor fragante de su gracia y misericordia. Solamente la Iglesia, como templo de Dios, ha recibido la autoridad para predicar el evangelio y hacer nuevos discípulos de entre los hombres. Ella es la guardiana de la verdad: “Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” (1 Timoteo 3:14). Si los hombres desean conocer al Dios verdadero deben acudir a la Iglesia de Cristo. Quiero que esto quede muy firme en nuestras mentes. No estoy diciendo que las Iglesias locales son infalibles en su declaraciones, como pretende ser la Iglesia de Roma, sino que “… la iglesia, cada comunidad de fieles cristianos, tiene el privilegio y la responsabilidad de mantener en alto la verdad del evangelio para su propia edificación y para su proclamación a todas las gentes.”[12] MacDonald agrega algo muy importante en su comentario bíblico “Una columna se empleaba no sólo para apoyar una estructura, sino que a menudo se erigía en un mercado público para poner avisos sobre ella. Así, era un poste de anuncios. La iglesia es la unidad en la tierra que Dios ha escogido para proclamar y exhibir su verdad. Es también el valuarte de la verdad. Aquí, baluarte, conlleva el pensamiento de fundamento y estructura defensiva. Esto presenta a la iglesia como aquello que está encargado de la defensa y proclamación de la verdad de Dios.[13]

También es importante resaltar que la Iglesia local, como guardiana de la verdad, no debe intentar crear u originar nuevas verdades. La única verdad que está bajo su cuidado es la que se nos ha revelado en las Sagradas Escrituras, como dice MacArthur “La verdad es la revelación divina, que incluye la verdad del evangelio, el contenido de la fe cristiana. La solemne responsabilidad de cada iglesia es sostener sólida, firme e inquebrantablemente la verdad de la Palabra de Dios. La iglesia no inventa la verdad, y la altera solo a costa de su juicio. Debe apoyarla y protegerla. Es el tesoro sagrado y salvador dado a los pecadores para su perdón, y a los creyentes para su santificación y edificación, que los pueden vivir para la gloria de Dios. La iglesia tiene la mayordomía de la Biblia, el deber de guardarla como la más preciosa posesión en la tierra. Las iglesias que usan mal, tergiversan, desprecian, relegan a un papel secundario o abandonan la verdad bíblica, destruyen su única razón de existir y experimentan ineficacia y juicio.”[14] Los creyentes que se alejan de la comunión de la Iglesia están expuestos al error y al engaño, pues se han alejado de la protección que ella ofrece como guardiana de la verdad. Aunque una iglesia local puede alejarse poco a poco de la verdad y llegar a convertirse en sinagoga de Satanás, de todas maneras esto no debe ser motivo para andar aislados, sino que debemos buscar la comunión con aquellos que verdaderamente están comprometidos en estudiar, comprender, vivir y proclamar con fidelidad, y sin aditamentos, la Palabra de Dios.

[1] Downing, W. R. La Iglesia Neotestamentaria. Iglesia Bautista de la Gracia. (CD BIBLIOTECA PURITANA), Página 57.
[2] Nuevo diccionario bíblico Certeza. Página 618.
[3] Diccionario de Teología. E. F. Harrison. Desafío. Página 306.
[4] Hendriksen, William. Colosenses. Desafío. Página 92.
[5] MacArthur, John. Colosenses. Portavoz. Página 60.
[6] Henry, Matthew. Comentario de Colosenses. Clie. Página 1708.
[7] Kistemaker, Simon. Comentario a 1 Corintios. Desafío. Página 122.
[8] MacArthur, John. Comentario a Efesios. Portavoz. Página 112.
[9] Foulkes, citado por La Cueva en el comentario de Matthew Henry. Clie. Página 1678.
[10] Matthew, Henry. Comentario a 1 Pedro. Clie. Página 1847.
[11] MacDonald, William. Comentario a 1 Pedro. Clie. Página 1038.
[12] Henry, Matthew. Comentario a 1 Timoteo. Clie. Página 1749.
[13] MacDonald, William. Comentario a 1 Timoteo. Clie. Página 954.
[14] MacArthur, John. Primera a Timoteo. Portavoz. Pagina 152

IV. Fundamento apostólico de la Iglesia.

Las Sagradas Escrituras afirman que Jesucristo tiene su Iglesia, una Iglesia que permanecerá por siempre, pues las puertas del infierno no podrán prevalecer contra ella. (Mateo 16:18). Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Siendo que hay una Iglesia de Jesucristo podemos preguntarnos ¿Cuál de todas las Iglesias que existen hoy son la verdadera Iglesia de Jesucristo? ¿Y si hay una iglesia verdadera de Jesucristo, es nuestra congregación local una iglesia verdadera de Cristo?

Del texto bíblico que da inicio a esta sección podemos concluir varias cosas que vamos a enfatizar en nuestro estudio:

El Señor afirma que edificará su Iglesia. El sentido de edificar es que él construiría su Iglesia como aquel que construye un edificio.

9Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 1 Corintios 3:9-10

Este edificio llamado Iglesia tiene un fundamento firme y seguro el cual es Cristo mismo. Sobre este fundamento los apóstoles pusieron las bases para que el edificio llamado Iglesia siguiera levantándose con firmeza y seguridad.

Pero otros iban a continuar edificando encima, es decir, la Iglesia de Cristo continuaría creciendo día a día sobre el fundamento puesto por Cristo y los apóstoles.

Los pastores y maestros que verdaderamente han sido llamados por Cristo tienen la función de edificar la Iglesia tomando como base el fundamento que ya ha sido puesto. Ninguno puede decir que está construyendo la iglesia verdadera de Cristo sino edifica encima del fundamento seguro de Cristo y los apóstoles.

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:19-22

Nuevamente en este pasaje el apóstol Pablo, así como Jesucristo, habla de la Iglesia utilizando la figura de un edificio. No porque la Iglesia sea un edificio de concreto, sino porque esta figura representa con mayor claridad la forma cómo Dios va construyendo la Iglesia de Cristo.

Pablo dice que la Iglesia de Cristo se va edificando como un templo, día a día, sobre las bases seguras puestas por Jesucristo, los profetas y apóstoles. Es interesante notar que esta iglesia de Cristo se edifica y crece constantemente con los creyentes que ahora son morada de Dios el Espíritu Santo.

Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo 1 Pedro 2:4, 5

También el apóstol Pedro utiliza la figura del edificio para dar a entender que la Iglesia de Cristo va construyéndose día a día con la adhesión de nuevos creyentes que se convierten en piedras vivas para rendir sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

No solo la Iglesia de Cristo se va edificando con los nuevos creyentes, sino que las piedras que ya forman parte de este edificio van edificándose y creciendo. Este es el objetivo del trabajo de los siervos del Señor.


La Iglesia es de CRISTO. “Mi Iglesia”. Jesús no vino a establecer distintas iglesias que podrían denominarse propiedad u originadas por otros hombres. Jesús no estaba interesado en edificar distintos edificios que con el tiempo llegarían a tomar rumbos diferentes y adoptarían bases y fundamentos establecidos por otros hombres. Él vino a edificar su Propia Iglesia y solo esta podría ser llamada de Cristo. Ninguna otra.

Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre. Hechos 20:28

Esta Iglesia sería de Cristo porque él la compró y la ganó con su propia sangre. Es decir, siendo que él fue sacrificado como el cordero salvador, solo él puede tener el derecho de propiedad de esta Iglesia. Los pastores no son dueño de esta Iglesia, no pueden cambiar los fundamentos ni establecer otros, porque el dueño de la Iglesia ha ordenado que todos deban construir sobre el fundamento que es Cristo mismo.

y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Efesios 1:22

Jesucristo ha sido declarado por Dios mismo como la cabeza y dueño de la Iglesia, precisamente porque la Iglesia es su cuerpo. La verdadera Iglesia de Cristo solo tiene un propietario y este es Cristo. Ninguna persona u organización puede tener los derechos de propiedad de la Iglesia.

Cuando en este estudio hablemos de la Iglesia verdadera nos estamos refiriendo a la Iglesia establecida y fundada por Cristo y que pertenece solo a él.

Esta Iglesia verdadera deberá poseer las características y distintivos que le dieron Cristo y los apóstoles. Sino aparecen estos distintivos entonces no podrá ser una iglesia verdadera aunque lleve el nombre de Cristo.

Es el propósito mostrar a través de este estudio si nuestras Iglesias son manifestación de la verdadera Iglesia de Cristo o si estamos perdiendo el tiempo edificando sobre otro fundamento lo cual nos conducirá a la vergüenza como dice Pablo en 1 Corintios 3:12-15

Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.

Siendo que Jesucristo vino a edificar SU PROPIA IGLESIA, es muy importante para nuestras almas que tengamos seguridad si estamos en la Iglesia que edificó Cristo o si estamos en otra Iglesia.

Y esto solo lo sabremos conociendo el fundamento que establecieron Cristo, los apóstoles y profetas. Cuando sepamos qué establecieron ellos como distintivos de la verdadera iglesia podremos saber con seguridad si nuestra iglesia local es manifestación de la Iglesia de Cristo.

También es importante saber si nuestra Iglesia está construyendo sobre los pisos y niveles que antes de nosotros fueron construidos por los santos siervos del Señor en estos 21 siglos de historia de la Iglesia. Porque si despreciamos lo que la Iglesia verdadera ha construido a través de la historia, estamos rechazando la obra del Espíritu Santo quien también edifica, a través de sus siervos, sobre el fundamento apostólico.
Este es un asunto de gran importancia para todos y no debe ser tomado con ligereza o sin interés. Dependiendo de si somos o no la Iglesia verdadera de Cristo asimismo sabremos si somos piedras vivas del templo del Señor u hojarasca que se quemará en el día del gran juicio.


Las Sagradas Escrituras ponen de manifiesto que la Iglesia tiene un fundamento firme, el cual fue establecido por Cristo y los apóstoles:

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Mateo 16:18

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:19-22

Hemos visto que Jesucristo vino para fundar una Iglesia, la cual sería propiedad exclusiva de él. Esta Iglesia, cual un edificio, sería construido sobre el fundamento establecido por Cristo y los Apóstoles. Toda iglesia debe construir sobre este fundamento, de lo contrario será otra iglesia, y dejará de pertenecer al Salvador. Pero ¿Qué significa edificar sobre el fundamento apostólico? En este tema también se presenta gran confusión hoy día. La Iglesia Romana dice que ellos fundamentan sobre los apóstoles en el sentido que ellos reclaman tener los sucesores de los apóstoles, en cabeza del obispo de Roma, a quien consideran sucesor directo del apóstol Pedro. Siendo así, ellos se consideran apostólicos porque sus nuevos apóstoles sostienen y guardan la verdad y la santidad de la Iglesia mediante sus declaraciones infalibles para cada nueva época. Pero ya sabemos por la historia de la iglesia romana que las declaraciones de los “sucesores de Pedro” no son infalibles por dos razones contundentes: Primero, si todos los obispos de Roma son infalibles esto implica que todos deben hablar conforme a la verdad, pero la verdad es única respecto a algo, no pueden haber dos declaraciones contrarias con respecto a algo que sean verdad a la vez, una es falsa y la otra verdadera. Muchos obispos de roma, en el transcurrir del tiempo se han contradicho en sus declaraciones “infalibes” lo cual muestra que realmente no son apóstoles inspirados por el Espíritu Santo, y por lo tanto no pueden ser fundamento para la Iglesia. Segundo, si estos “sucesores” fueran infalibles no entrarían en contradicción con las declaraciones escriturales de los apóstoles y profetas que participaron en la confección del Nuevo Testamento, pero ya sabemos que no hay coincidencia en temas tan importantes como: La salvación, la justificación, la importancia de las buenas obras, el objetivo del bautismo, la santa cena, los requisitos de los obispos, la importancia actual de María la madre de Jesús, y muchos mas. Además, las Escrituras no dejan instrucciones para la escogencia de nuevos apóstoles después de la muerte de los Doce. Solamente el cargo de Judas el traidor debió ser ocupado por otro varón, pero hay silencio frente al tema de escoger sucesores. El apóstol Pablo se considera como el último de los apóstoles. (1 Cor. 15:8). “Implícito en el apostolado está la comisión de ser testigos, mediante palabras y señales, del Cristo resucitado y de su obra consumada. Por su misma naturaleza dicho ministerio no podía repetirse ni transmitirse, así como no podrían transmitirse las experiencias históricas subyacentes a los que nunca habían conocido al Señor encarnado, o no fueran objeto de una aparición posterior a su resurrección. Si bien el Nuevo Testamento muestra que los apóstoles se ocupaban de que existiese un ministerio local, no hay indicios de la transmisión de las funciones característicamente apostólicas a ningún integrante de dicho ministerio. Tampoco era necesaria tal transmisión. El testimonio apostólico se mantuvo en la obra perdurable de los apóstoles, y en lo que adquirió carácter normativo para las épocas posteriores, o sea en su forma escrita en el NT.[1]

Aunque dentro del protestantismo evangélico histórico no se han dado movimientos que pretendan sostener una especie de sucesión apostólica, en este último siglo, algunas agrupaciones religiosas, derivadas del protestantismo, pero muy alejadas de sus principios doctrinales, están reclamando tener una especie de “casta apostólica”. Aunque estos grupos, por su informalidad y carácter populista, no han sustentado una teología bíblica seria respecto a sus nuevos apóstoles, realmente están influenciando a gran parte del cristianismo, especialmente en Latinoamérica y África. Estos nuevos “apóstoles” no son designados por un concilio ecuménico que represente a la iglesia mundial, como hace el Catolicismo Romano, sino que algún “jerarca”, reconocido a través de los medios de comunicación como la radio o la televisión, le “unge” como tal y desde entonces es conocido como un nuevo “apóstol”. Así tenemos hoy día miles de “apóstoles” en estos grupos. Algo curioso de este movimiento es que los “nuevos apóstoles” pueden transmitir esta autoridad a otros líderes para que también se conviertan en “apóstoles”. Realmente no voy a dedicar mucho espacio para analizar bíblicamente este movimiento, pues, él se cae por su propio peso. Siendo que ellos no presentan un sustento teológico serio y de piso, sino que se fundamentan en sus supuestas “nuevas revelaciones”, es difícil entrar en una discusión bíblica, puesto que para ellos la Biblia ha dejado de ser la norma última en materia de fe y conducta, siendo esta autoridad reemplazada por las experiencias y las imaginaciones elevadas de sus líderes. Solo voy a comentar dos asuntos: Primero, el mismo principio que hemos dado para rechazar la sucesión apostólica en el romanismo es válido para este movimiento, y segundo: No hayamos en las Escrituras que los apóstoles hayan recibido autoridad para ordenar o transmitir su autoridad a nuevos apóstoles. Las Escrituras nos muestran con claridad que los apóstoles son nombrados directamente por Jesucristo encarnado (Mateo 10; Hch. 1:2; Ef. 4:1; Ap. 21:14), y cuando fue necesario nombrar al reemplazo de Judas, esto no fue decidido por los apóstoles sino que seguía siendo prerrogativa de Dios, quien actuó favoreciendo una especie de “suerte” que no conocemos hoy día. También es importante observar que toda la iglesia existente en ese tiempo participó en este proceso. (Lea Hch. 1:12-26). Los apóstoles, a su muerte, no designaron sucesores. Ellos sabían que su ministerio estaba relacionado con los fundamentos de la Iglesia y que una vez puestos, no era necesario designar más apóstoles. Ellos no dieron instrucciones para la escogencia de nuevos apóstoles, como si hicieron para la escogencia de ancianos o pastores, los cuales, de alguna manera, iban a continuar la obra empezada por los doce, mas Pablo. Los “nuevos apóstoles” que se ufanan hoy de llevar ese título no tienen ninguna autoridad bíblica para ejercer su “apostolado” y deben ser tenidos como usurpadores de títulos. También debemos tener en cuenta que las Escrituras advierten a la Iglesia de los “falsos apóstoles”: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos. Ap. 2:2

Pero ¿Si hoy día no tenemos apóstoles en el sentido de autoridad, cómo podremos tener iglesias apostólicas? ¿Cómo sabemos si estamos edificando sobre el fundamento apostólico? Realmente cuando la Biblia habla de la Iglesia como asentada sobre el fundamento apostólico, está refiriéndose exclusivamente al ministerio especial de los doce, mas Pablo. Solamente ellos fueron designados para este ministerio fundacional. “La autoridad apostólica es autoridad mesiánica delegada por cuanto los apóstoles fueron los testigos comisionados por Cristo, sus emisarios y representantes (cf. Mt. 10:40; Jn. 17:18; 20:21; Hch. 1:8; 2 Co. 5:20), a quienes el dio exousia para fundar, edificar y administrar su iglesia universal (2 Co. 10:8; 13:10; cf. Gá. 2:7ss)”[2].

Para entender lo del fundamento apostólico de la Iglesia es necesario recordar las figuras que la Biblia utiliza para la Iglesia; una de ellas es la de un gran edificio. Un edificio debe estar cimentado sobre un fundamento firme y seguro. Solamente uno. No se van construyendo nuevas bases en la medida que nuevas plantas o pisos se van adicionando sobre los ya existentes, sino que el único fundamento o base puesto al principio, debe ser tan fuerte y sólido como para sostener los nuevos pisos altos que se construyen. Siendo que Dios no improvisa, ni es sorprendido por el crecimiento de la Iglesia en ningún siglo, él tuvo el cuidado de poner un fundamento o base que lograra sostener todo el edificio. Este fundamento está afianzado en la roca inconmovible que es Cristo (Mt. 16:18). La Iglesia universal, y en consecuencia toda iglesia local bíblica, está fundamentada en la roca que es Cristo. La Iglesia se deriva de aquel que la compró con su sangre, el cual fue constituido como cabeza de ella. Jesús es la roca porque, además de haberla ganado con precio de Cruz, él se encarga de guiarla, enseñarla y santificarla. (lea Efesios). Jesús designó a los hombres que se convertirían en ministros de la misma y les dio el Espíritu Santo para que les ayudara en esta labor.

Jesús, el dueño y Señor de la Iglesia, escogió, designó, autorizó y capacitó a los doce, mas Pablo, para que se convirtieran en el fundamento firme sobre el cual se construiría todo el edificio llamado Iglesia. Ellos estuvieron mas cercanos a Cristo que cualquier otra persona en el mundo, escucharon directamente sus enseñanzas, estuvieron tres años a su lado, día y noche, aprendiendo las verdades de su evangelio. Los apóstoles fueron testigos de la resurrección de Cristo y se convirtieron en los portavoces del Salvador para el resto de la humanidad (1 Cor. 2:9-13), sus enseñanzas tienen el carácter de normas de fe (Gálatas 1:8; 2 Ts. 2:15), y de conducta (2 Ts. 3:4,6,14). En las Escrituras hayamos que ellos pueden hacer uso de la autoridad dada por él (1 Co. 5:4; 2 Ts. 3:6) y sus enseñanzas deben ser tomadas como directos mandamientos de Jesús. (1 Co. 14:37).

Entonces, la apostolicidad de la Iglesia actual no se encuentra en los “nuevos apóstoles” que puedan surgir, sino en la sumisión a las enseñanzas impartidas por los primeros y únicos apóstoles autorizados por Cristo para este fin, es decir, los doce, mas Pablo. “Ya que su autoridad dependía de la comisión personal y directa de Cristo, no tuvieron, hablando con propiedad, sucesores; pero cada generación de cristianos debe evidenciar su continuidad con la primera generación, y su lealtad a Cristo, sujetando su propia fe y conducta a la norma de enseñanza que proporcionaron y registraron los delegados nombrados por Cristo para todos los tiempos en los documentos del Nuevo Testamento, a través de los cuales la exousia apostólica sobre la iglesia se ha constituido en una permanente realidad”[3]

Todos los ministros y siervos de Jesús que vendrían con el transcurrir del tiempo deberían ser fieles en continuar construyendo sobre el fundamento establecido por Jesús, los apóstoles y profetas, es decir, deben enseñar lo que Cristo y los apóstoles enseñaron. Ni una enseñanza más ni una menos. Salirse de estos límites conlleva al error y desvía a la Iglesia del rumbo indicado por el Salvador.

Los apóstoles de Cristo recibieron las revelaciones que complementaban el Antiguo Testamento y que se convertirían en parte de la revelación escrita para el pueblo de Dios:
Hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. Hch. 1:1
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Hch. 2:42
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Hch. 4:33
Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles. 1 Cor. 12:28
Misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu. Ef. 3:5
Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles. 2 Ped. 3:2
Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Judas 17

El apóstol Pablo insiste en que los pastores o ancianos deben enseñar y edificar a la Iglesia conforme a la doctrina que ha sido enseñada por los apóstoles:

Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. 2 Tes. 2:15
Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina. 1 Tim. 1:3
Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. 1 Tim. 4:6
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. 1 Tim. 4:16
Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad. 1 Tim. 6:3
Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias. 2 Tim. 4:2-3
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Tito 2:1
Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 2 Juan 9-10

“Los apóstoles son “supervisores universales” de la Iglesia y, mediante su testimonio, son el fundamento (Mt. 16:16-18; Ef. 2:19-22; Hch, 1:20-26; Ap. 21:14). Así, la obra del Cristo ascendido se continúa mediante su testimonio (Hch. 5:31,32). Estos “testigos” gobiernan aún la Iglesia de Cristo mediante sus testigos escriturados (El Nuevo Testamento). El Espíritu está presente para aplicar esa palabra hasta el fin los siglos”[4]

Podemos concluir este capítulo afirmando categóricamente que Jesús y los apóstoles siguen edificando a la Iglesia de este siglo mediante el testimonio escrito (Las Sagradas Escrituras). Toda Iglesia debe sujetarse fielmente a las instrucciones y enseñanzas de la Biblia, si desea ser apostólica. Aquellas congregaciones que se han apartado de la fidelidad a las Escrituras, o han adoptado otra autoridad, llámese nuevas revelaciones, Papa, nuevos profetas o apóstoles, están edificando con heno y hojarasca, y muy pronto el Señor de la Iglesia les dirá: “No los conocí”.

[1] Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Página 96-97.
[2] Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Páginas 147-148.
[3] Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Página 148.
[4] Waldrom, Samuel. Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689. Evangelical Press. Página 319.

V. El Gobierno de la Iglesia - La Cabeza, el Fundamento

Cuando hablamos de la naturaleza de la Iglesia nos referimos a la composición y esencia de la misma.

Ya hemos dicho que la Iglesia de Cristo, en su sentido universal, se compone del “número completo de los elegidos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza; y es la esposa, el cuerpo, la Plenitud de Aquel que llena todo en todos” (Confesión Bautista Cap. 26. Párrafo 1)

Esta Iglesia Universal está compuesta de santos visibles los cuales se reúnen en iglesias locales. Las Iglesias locales y visibles son la manifestación de la Iglesia Universal.

La confesión de 1689, al respecto, dice: “Todas las persona en todo el mundo que profesan la fe del evangelio y obediencia a Dios por Cristo conforme al mismo, que no destruyan su propia profesión mediante errores fundamentales o conductas impías, son y pueden ser llamados santos visibles; y de tales personas todas las congregaciones locales deben estar compuestas”. Cap. 26, Párr. 2

Algunos plantean que pueden ser miembros de la Iglesia Universal e invisible sin necesidad de unirse con una Iglesia Local y visible. Este concepto es erróneo[1] porque la manifestación visible de la Iglesia de Cristo solo se da a través de Iglesias locales visibles. Casi siempre que el Nuevo Testamento habla de Iglesias lo hace en términos de una COMUNIDAD O ASAMBLEA local de santos visibles reunidos en el nombre de Cristo.

Si alguien pretende ser miembro de la Iglesia de Cristo pero no se reúne con los santos visibles en una Iglesia local, no ha logrado comprender la naturaleza de la Iglesia.

Salmo 133:1, 3 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía! Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.

Hebreos 10: 25 No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

Hechos 2:44, 46-47 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

Membresía o composición de la Iglesia

Siendo que solo existe una Iglesia de Cristo la cual es universal y se expresa a través de las Iglesias locales, entonces analicemos cuál es la naturaleza de la Iglesia local.

La Biblia enseña que la Iglesia se compone de aquellos que han sido regenerados por el Espíritu Santo y han sido traídos eficazmente al arrepentimiento de sus pecados y a la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Hechos 2:47 Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 6:1, 2; 8:3; 9:1; 9:26; 11:26

Siendo que la Iglesia local está compuesta de salvos, y teniendo en cuenta que para ser salvo es necesario haber creído en Cristo, entonces solo las personas que hayan sido capacitadas por Dios para creer en Cristo como Salvador y Señor podrán ser miembros de la Iglesia local.

Algunas iglesias locales solo bautizan a los adultos como iniciación de su vida cristiana y como un recibimiento a la membresía de la iglesia local, pero con esto no se afirma que los hijos de los creyentes son paganos y ajenos a las bendiciones de haber nacido en un hogar creyente.

Es deber de los padres el enseñar a sus hijos la fe cristiana y los principios divinos para una vida que honre al Señor.

Los padres deben enseñar los mandamientos de la Ley de Dios a sus hijos. Deuteronomio 6:4-9

Los padres deben criar a sus hijos en disciplina y obediencia al Señor. Efesios 6:1-4

Trataremos a fondo el tema de la membresía de la Iglesia en el capítulo VI.

EL GOBIERNO DE LA IGLESIA

Lastimosamente, en medio de la confusión que se evidencia hoy en el mundo cristiano, muchos ignoran, desconocen, o abusan lo que se llama el gobierno de la Iglesia. Algunos rechazan la idea de gobierno y desean tener congregaciones donde “el espíritu” les dirija en todo lo que hagan, sea esto administrativo, espiritual, cultual, doctrinal o práctico. Pero ¿Cómo les guía el Espíritu? Esto lo buscan a través de experiencias extáticas, impresiones en la mente, sueños, visiones y otros medios místicos. Pero la verdad es que el modelo bíblico no aprueba esta forma de ser guiados o dirigidos. En el lado contrario encontramos a los que insisten en un sistema jerárquico de gobierno con una cabeza visible sobre toda la iglesia para que esta sea guardada del error, pero nuevamente las Escrituras rechazan esta idea de tener una megacabeza visible sobre la Iglesia. Entre estos dos polos hayamos multitud de sistemas de gobierno eclesiástico, la mayoría ideadas y acomodadas por sistemas puramente humanos.

Pero ¿Nos da la Biblia algún principio que pueda guiarnos en un modelo bíblico de gobierno para la Iglesia? Aunque se que el tema es difícil, especialmente por las diversas interpretaciones que los creyentes le han dado, a través de la historia, a este asunto, estoy convencido que las Escrituras dan unos principios fundamentales para el sistema de gobierno de la Iglesia. Todo sistema de gobierno debe contener estos principios básicos, de lo contrario estará violando la voluntad de la cabeza, que es Cristo.



UN BOSQUEJO DEL MODELO BÍBLICO DEL GOBIERNO DE LA IGLESIA


Jesús la cabeza de la Iglesia


El E.S. es el vicario de Cristo quien gobierna a través de la Palabra Revelada


Los apóstoles son el fundamento


Los apóstoles ordenaron pastores o ancianos u obispos para que administren la predicación de la Palabra, las ordenanzas y la disciplina en la Iglesia


Los diáconos son ayudantes de los ancianos en los aspectos materiales de la congregación.


Los miembros – sin ellos no hay iglesia

Debemos empezar afirmando que toda iglesia bíblica tiene el poder y autoridad, delegado por Cristo, para administrar sus asuntos espirituales. (Mateo 18:15-20; 1 Co. 5:1-13). “En estos pasajes, el receptor definido de este poder es la Iglesia local. Aun la iglesia local en Corinto, con todos sus problemas, posee este poder. Su completa suficiencia es indicada por la mención de las llaves del reino en Mateo 18:18,19. en 1 Corintios 5, se indica esta suficiencia mediante la afirmación de que en su asamblea estaba presente el poder del Señor Jesús (v. 4) y mediante el mandato de expulsar al inicuo en los versículos 7 y 13; el origen de este poder es, claramente, Cristo mismo (Mt. 18:20; 1 Co. 5:3-5). El propósito específico de este poder incluye aun la excomunión de un miembro de la iglesia (Mt. 18:17; 1 Co. 5:7,13), pero también Mateo 18:20 indica la adoración.”[2]


Jesús es la cabeza de la Iglesia Universal y de la Iglesia Local.

“La cabeza de la Iglesia es el Señor Jesucristo, en quien, por el designio del Padre, todo el poder requerido para el llamamiento, el establecimiento, el orden o el gobierno de la Iglesia, está suprema y soberanamente investido”. Confesión Bautista, Cap. 26, art. 4

- Efesios 5:23 “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.” . La Iglesia no puede tener otra cabeza porque la Iglesia mantiene con Cristo la misma relación que el esposo tiene con la esposa. Es decir, solo Cristo puede interesarse completa y perfectamente en el interés y bienestar de la Iglesia, porque ella es una con él, pues él la compró para si mismo con el propósito de salvarla, cuidarla y protegerla.

- Efesios 5:24 “Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.” Este pasaje deja muy claro que la Iglesia debe obedecer voluntariamente los mandamientos y principios de Jesucristo. Mas adelante estudiaremos que los pastores son líderes en las Iglesias locales, pero la Biblia jamás aprueba que estos puedan legislar o mandar cosas contrarias a lo mandado por Cristo. Las Iglesias locales solo están obligadas a obedecer a Jesucristo como su cabeza. Esto no quiere decir que los pastores o ancianos deben ser desatendidos en sus enseñanzas o exhortaciones, ya que ellos son directamente responsables de administrar el gobierno de Cristo, solamente basados en los mandatos divinos y no en sus caprichos o imaginaciones.

- La Iglesia Católica Romana cree que Jesucristo es la cabeza invisible de la Iglesia, pero también afirma que esta necesita una cabeza visible que represente o sea vicario de Cristo en la tierra. Esta teoría no encuentra apoyo en las Escrituras porque la Biblia en ningún sentido nos habla de dos Iglesias, una invisible y otra visible. Solo hay una Iglesia de Cristo la cual se expresa a través de Iglesias locales visibles. (Ya hemos visto que podemos hablar de Iglesia invisible solo en el sentido de que nosotros no podemos ver cómo el Espíritu de Dios une a un miembro con otro en el cuerpo de Cristo y en sentido de que nosotros no sabemos quiénes realmente han sido regenerados por el Espíritu y por ende pertenecen a la Iglesia verdadera). Por lo tanto siendo una sola Iglesia y un solo cuerpo, solo tiene una cabeza, la cual es Cristo. Los pastores o ancianos no son cabeza sino mas bien administradores de la Palabra del Evangelio.

- Alguna vez leí estas palabras: “Antes de la reforma había un Papa en la Iglesia, después de la reforma hay un Papa en cada iglesia”. Esta frase refleja el descarrío que ha sufrido la Iglesia en estos últimos tiempos. Nuevamente está regresando el sistema papal de gobierno autoritario a través de una persona “ungida”. Muchas Iglesias evangélicas se han convertido en un nuevo reino medieval dirigido por una persona que se aprovecha de la necesidad religiosa de las personas para explotarla.

Otros pasajes que nos dejan ver a Jesús como única cabeza de la Iglesia son:

- Efesios 1:22-23 “y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”

- Efesios 4:15-16 “sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.”

- Colosenses 1:18-20 “y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”

- Colosenses 2:9-10, 19 “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.”

- Colosenses 3:11 “donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”.

Jesús gobierna a la Iglesia no solo como su salvador que está unido orgánicamente con el cuerpo, sino que también lo hace como Rey, él tiene la autoridad y gobierna a su Iglesia. Mateo 16:18, 19; Mateo 23:8, 10; Juan 13:13; I Corintios 12:5; Efesios 1:20-23; Efesios 4:4, 5, 11, 12

Jesús gobierna a su Iglesia porque él Instituyó a la Iglesia del Nuevo Testamento. (Mateo 16:18). Instituyó los medios de gracia que la Iglesia local y visible debe administrar: La palabra y las ordenanzas: El bautismo y la Santa Cena. (Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15,16; Lucas 22:17-20; I Cor. 11:23-29). Dio a la Iglesia los oficiales y la constitución que la rige. (Mateo 10:1; 16:19; Juan 20:21-23; Efesios 4:11-12). El siempre está presente en la Iglesia cuando ella se reúne para la adoración colectiva. (Mateo 10:40; II Cor. 13:3).

Si Jesús es la cabeza de la iglesia entonces no podemos aceptar a un director humano que actúe como cabeza visible de la misma. No solo la iglesia de Roma viola este principio, poniendo una cabeza universal visible, sino que muchas iglesias locales y denominaciones también ponen al lado de Cristo otras cabezas, creando un organismo deforme. “Se reconoce que Cristo es la Cabeza cuando se le permite controlar las actividades de la Iglesia, decidir sus asuntos y supervisar cada departamento”[3] Ninguna persona o junta directiva, o sínodo, o presbiterio o directiva denominacional tiene la facultad para legislar sobre los asuntos de las iglesias que están a su cargo. Solamente Cristo, a través de su Palabra revelada, puede dictar leyes y ordenar los asuntos espirituales de la misma. Cuando un pastor, presbiterio o sínodo legislan sobre la iglesia están desconociendo la autoridad máxima de Cristo como cabeza y señor de ella. “Conviene destacar aquí que una cosa es hablar de Cristo como Cabeza y cosa muy distinta reconocerlo en la práctica. Hay quienes derramarían hasta la última gota de sangre por sostener que Cristo es la cabeza de la iglesia, pero a la par niegan la doctrina al asumir la posición de dictadores casi absolutos en la asamblea.”[4]

Jesús gobierna a su Iglesia como Rey. “El es Rey de cada alma viviente. Él la traslada del reino de las tinieblas. Él la trae a la sujeción a Él mismo. Él gobierna y reina sobre la misma. Cada creyente reconoce a Cristo como su soberano absoluto; Señor de su vida interior así como de la exterior. Le entrega a Él toda la sumisión de la razón, de la conciencia y del corazón. Hace de Él el objeto de la reverencia, del amor y de la obediencia. En Él confía para ser protegido de todos los enemigos, visibles e invisibles. En Él se apoya esperando la ayuda para cada emergencia y para el final triunfo. Es a Él que se adhiere la lealtad del creyente. El propósito dominante de la vida deviene el comportarse como buen soldado de Jesucristo, darse y ser usado en Su servicio y en el avance de Su reino.”[5]

Ahora, para entender el gobierno y Señorío absoluto de Cristo sobre la Iglesia debemos entender que ésta forma parte del Reino de Dios. El Señor reina sobre toda la creación, sea esta material o espiritual. Nada escapa de su gobierno. Pero la Iglesia expresa de manera clara y visible el perfecto Señorío y Reinado de Cristo. Las profecías del Antiguo Testamento apuntaban a esto:

Números 24:17 “Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará cetro de Israel”.

2 Samuel 7:16 “Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.”

Isaías 9:6-7 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”

Salmo 2:7-8 “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.”

Daniel 7:13-14 “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.”

Miqueas 5:2 “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.”

Zacarías 9:9 “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”


Todas estas profecías apuntaban hacia le venida, en carne, del Mesías. Esto indica que Jesús es Rey eterno que gobierna sobre el Reino de Dios. Siendo la Iglesia la expresión visible y clara de ese reino, en la actualidad, entonces podemos afirmar que Jesús reina como Cabeza y Señor de la Iglesia. Nadie más puede tener estas aspiraciones. Ni Obispo, ni sínodo, ni junta de pastores, ni apóstol, no profeta, ni ninguna otra persona. En el Nuevo Testamento hayamos que Cristo es descrito y catalogado como ese Rey prometido en las profecías del Antiguo Testamento.

Lucas 1:31-33 “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Mateo 3:2 “Y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

Marcos 1:14 “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios”

Muchos creyentes interpretan estos pasajes como refiriéndose, exclusivamente, a un reinado milenial que vendrá antes del fin. Pero es una interpretación muy corta y pobre el restringir el reinado de Cristo solamente en ese aspecto. El Nuevo Testamento nos presenta a Cristo Reinando y gobernando sobre su nuevo pueblo, sobre su nuevo Israel, es decir, la Iglesia. “Nada hay mas cierto, así, conforme a las Escrituras, que el hecho de que Cristo es Rey; y consiguientemente si queremos retener la verdad acerca de Él y de Su obra, tenemos que considerarlo como tal en nuestra teología y religión”[6]

Todos los hombres que reconocen el Señorío de Cristo conforman su reino, un reino que no tendrá fin. La Iglesia es esa comunidad, local y universal, que reconoce el gobierno soberano de Cristo, pero no un gobierno o autoridad compartida, mas bien Cristo gobierna absoluto.

Cristo como cabeza y Rey de la Iglesia debe ser reconocido, no solo como Salvador, sino como Señor y Dios (Jn. 20:28) “entonces evidentemente estamos no sólo obligados a adorarle, sino también a obedecerle. Tenemos con Él la misma relación que tiene un esclavo con su amo, excepto que nuestra sujeción a Él es voluntaria y gozosa… Es su Voluntad y no la nuestra la que debe gobernar nuestra conducta y determinar el uso que hagamos de nuestras capacidades. Todo lo que ganemos, sea de conocimiento, de riqueza, de influencia, es de Él. Él, y no nosotros mismos, es el objeto o fin de nuestra vida. Es Cristo la vida de los creyentes. Su gloria y el avance de Su reino son los únicos objetos legítimos a los que pueden dedicar sus capacidades y recursos; son los únicos fines consecuentes con su relación con Cristo, y con el pleno goce de la bendición que logra la membresía en Su reino”[7]

¿De qué manera gobierna Cristo a su Iglesia?

La Iglesia Católica Romana y las Iglesias que utilizan el sistema episcopal de gobierno acusan al resto de las Iglesias de no tener una cabeza visible que mantenga la unidad doctrinal de la Iglesia. Pero, realmente estas “cabezas visibles” lo que han hecho es actuar y legislar contrario a la voluntad de la única cabeza verdadera de la Iglesia.

¿De qué manera práctica gobierna Cristo a la Iglesia actualmente, siendo que él no está personalmente hoy día gobernando desde Jerusalén o alguna otra ciudad?

El Señor Jesús gobierna a su Iglesia por el ministerio actual del Espíritu Santo quien es su vicario o representante.

Cuando Jesús estaba próximo a partir de esta tierra consoló a la Iglesia, representada por sus discípulos, diciéndoles que él continuaría presente en medio de los creyentes a través del Espíritu Santo. Este vicario continuaría gobernando a la Iglesia inspirando a los Apóstoles para que recordaran las enseñanzas de Jesús y nos guiaran a toda la verdad. Juan 14:16-18 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

El vicario de Cristo se encarga de guiar a la Iglesia para que haga la voluntad del Padre. Su Palabra revelada es la guía mas segura, como dice Pedro en una de sus cartas, pero él también puede guiar a los santos mediante impresiones o situaciones que nos indiquen un trabajo especial. No se trata de impresiones personales, las cuales más bien son imaginaciones de los hombres, sino de sentires que inquietan a todo el liderazgo o la asamblea para que hagan una obra especial. Hechos 16:6-10 Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; 7y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. 8Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. 9Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. 10Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.

Realmente Jesucristo sigue gobernando a Su Iglesia, porque el Espíritu Santo es el mismo Señor. 2 Corintios 3:17,18 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 17Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

El Espíritu Santo gobierna a la Iglesia porque él es el alma de la misma. Él une a los creyentes al cuerpo de Cristo mediante su bautismo sobrenatural, el preserva la doctrina de la Iglesia verdadera dándoles entendimiento para interpretar Su Palabra revelada a través de los apóstoles y profetas, él habita en la Iglesia puesto que ella es su templo, el Espíritu guía la adoración de los santos, él da dones especiales a los miembros de la Iglesia para su edificación constante.

Debo insistir en este punto que la manera eficaz como el Espíritu Santo gobierna a la Iglesia es a través de la Palabra Escrita. Si una Iglesia o creyente o ministro no conoce, ni estudia, ni se somete, solamente, a la autoridad de la Palabra Escrita (Biblia), sino que pretende encontrar otras formas de ser gobernado por el Espíritu, los tales no se están sometiendo a su real Autoridad, sino que están buscando la guía de sus imaginaciones o intereses personales. La Palabra de Dios, en su forma escrita, es la forma perfecta y clara que utiliza el Espíritu Santo para dirigir a la Iglesia de Cristo, incluso, cuando el Espíritu capacita a hombres para que guíen a la Iglesia, reclama de estos, iluminándoles, que escudriñen las Escrituras y hablen todo lo que está de acuerdo son la doctrina bíblica. Sin un sometimiento total a las Escrituras reveladas, no hay gobierno ni Señorío de Cristo, y mucho menos, guía del Espíritu.

Cristo gobierna, por el Espíritu Santo, a través de los apóstoles.

Jesús comisionó a los apóstoles, en la representación de Pedro, para que edificaran sobre la roca del Evangelio a la Iglesia de Cristo. Todo lo que esté fuera de este fundamento no pertenece a la Iglesia de Cristo. Mateo 16:16-18 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Las verdaderas Iglesias están siendo edificadas sobre el fundamento establecido por los Apóstoles, los cuales fueron ordenados como guías de la Iglesia. Aunque ellos no están vivos para dirigir personalmente las Iglesias, lo hacen a través de las enseñanzas y directrices que dejaron, por inspiración del Espíritu Santo, en las Sagradas Escrituras. Hoy día no necesitamos este ministerio apostólico como lo reclama la Iglesia de Roma, ni como lo predican algunos grupos neo-carismáticos. Efesios 2:19-22 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Hch. 1:20-26)
Apoc. 21:14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

[1] Aunque pueden darse situaciones especiales en las cuales un verdadero convertido no encuentra una asamblea de creyentes en su localidad o nación. Esto sería un caso excepcional, y no le quita su membresía en la Iglesia Universal. De todas maneras el Señor de la Iglesia proveerá para que prontamente puedan encontrarse otros convertidos y juntos establezcan una comunidad o Iglesia local.
[2] Waldrom, Samuel. Exposición de la confesión Bautista de fe de 1689. Evangelical Press. Páginas 322-323.
[3] MacDonald, William. Cristo amó a la Iglesia. Páginas Orientadoras. Página 19.
[4] Ibid. Página 19.
[5] Hodge, Charles. Teología Sistemática. Volumen II. Ed. Clie. Página 231.
[6] Hodge, Charles. Teología Sistemática, Volumen II. Ed. Clie. Página 229.
[7] Ibid. Página 232.