domingo, 12 de octubre de 2008

I.¿Por qué estudiar la doctrina de la Iglesia?

Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 1 Ti. 3:14-15

Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé. Tito 1:5

El siglo XXI ofrece una paradoja muy interesante en el mundo evangélico. Hoy día se habla de un crecimiento y extensión de las iglesias por todas partes, pero también se presenta un creciente desconocimiento hacia el sentido bíblico de la Iglesia. Si preguntásemos a algún “cristiano” de nuestro tiempo que nos definiera la Iglesia, de seguro escucharíamos respuestas como esta:

- La iglesia es la capilla o el sitio donde nos reunimos para celebrar los cultos
- La iglesia es la organización de pastores y obispos que dirigen nuestra denominación.
- La Iglesia está compuesta invisiblemente de santos, por lo tanto no sabemos donde ubicarla, solo Dios la conoce
- La Iglesia es un gigante anacrónico y arcaico que debe dar paso a nuevos movimientos para atraer efectivamente a los perdidos.
- La Iglesia solamente existe cuando los miembros se reúnen en el nombre del Señor para celebrar los cultos

Muchos creyentes de este siglo no solo ignoran el significado de la palabra Iglesia, sino que desconocen su naturaleza, su importancia en el plan de Salvación y su vocación celestial. Algunos la miran como una institución de antaño, con poca relevancia para el mundo de hoy, otros la miran como un organismo espiritual, invisible, lejano; por lo tanto, sin relación inmediata con el creyente. Otros, aunque no la rechazan verbalmente, si lo hacen cuando no estiman de suma importancia el hacerse miembros de una iglesia local. Otros enfatizan tanto la iglesia invisible que descuidan su compromiso para con la iglesia donde el Señor les ha puesto, otros desestiman las decisiones que la Iglesia toma en materia de disciplina y buscan otra congregación donde le acepten en su estado de rebeldía. Algunos líderes o pastores de Iglesias se apropian tanto de sus miembros que dan a entender un desconocimiento de quién es el Señor y Cabeza de la Iglesia. El panorama que vemos hoy es muy contradictorio, la gente está acudiendo en masa a las Iglesias, pero por otro lado no se preocupan por estar en la Iglesia de Cristo, por conocerla, por cuidarla y apoyarla. Muchos estarían dispuestos a brindar todo el apoyo necesario a organizaciones para-eclesiásticas o clubes de cristianos, pero pocos consideran de gran trascendencia el papel único de la Iglesia de Cristo en la tierra.

La doctrina de la Iglesia no es una opción de estudio para el creyente, sino que este tema es parte importante en las Sagradas Escrituras. Solamente, en el Nuevo Testamento, se utiliza 115 veces el término griego ekklesia (Traducido en español como Iglesia).

En la teología bíblica es imposible hablar de cristianos sin Iglesia. Los verdaderos creyentes no solo forman parte de la iglesia universal de Cristo, sino que se congregan con los santos en una asamblea local. A través de ella el Espíritu manifiesta la gloriosa unidad que representa el cuerpo de Cristo. El individualismo característico de los movimientos evangélicos actuales desestima la importancia de una eclesiología bíblica, en parte, porque pensamos que Jesús vino a salvar a pecadores individuales y lo importante es profesar fe en él como Salvador y nada más. Pero esto es desconocer el propósito Salvador que Dios ha tenido desde el principio. Dios no solo ha estado interesado en los hombres como seres individuales, sino que él ha estado trabajando por la formación y salvación de un pueblo. El Israel del Antiguo Testamento es una figura que nos muestra con claridad el sentido colectivo del plan redentor. Una y otra vez se nos habla del Pueblo de Dios en forma colectiva:

- Ex. 3:7 “… he visto la aflicción de mi pueblo”.
- Lev. 26:12 “Andaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”.
- Deu. 7:6 “Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra”
- Deu. 21:8 “Perdona a tu pueblo Israel, al cual has redimido, oh Señor, y no imputes la sangre inocente a tu pueblo Israel”
- Deu. 33:29 Dichoso, tú, Israel. ¿Quién como tú pueblo salvado por el Señor?
- 1 Sa. 12:22 Porque el Señor, a causa de su gran nombre, no desamparará a su pueblo, pues, el Señor se ha complacido en haceros pueblo suyo.
- 2 Cr. 7:14 si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

Pero, no solamente el Antiguo Testamento presenta la salvación de Dios relacionada con un pueblo, sino que el Nuevo continúa con esta perspectiva. Solo que ahora no se trata de una nación con límites territoriales o relacionadas con una raza especial, sino que el verdadero pueblo de Dios estará conformada por gentes de todas las naciones, lenguas y pueblos.

- Mat. 1:21 “Y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a SU PUEBLO de sus pecados”
- Mateo 2:6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá,No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.
- Lucas 1:77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados.
- Hechos 15:13-14 Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. 14Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre.
- 2 Cor. 6:16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: «Habitaré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo»
- Tito 2:14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.


Vivimos en un siglo que se jacta de sus grandes avances científicos, sociales, políticos, filosóficos y culturales. También la religión corre en este camino de la innovación y el “desarrollo”. Las iglesias o denominaciones que se identifican como cristianas cada día incorporan nuevos elementos a su doctrina, culto y práctica. La “ciencia” y los descubrimientos de la psicología y la sociología “mejoran” el contenido de la predicación, la cual ha sido reemplaza por plácidas charlas de superación personal. El culto de adoración a Dios también ha sufrido grandes cambios: Los himnos con un contenido doctrinal profuso y firme han sido cambiados por estribillos que se caracterizan por su contenido doctrinal débil y ritmo musical que “concentra” a las personas en sus propias emociones y sentimientos. Todo esto ha desfigurado el verdadero sentido de la Iglesia de Jesucristo. Algunos miran a la Iglesia como un centro de terapia psicológica, otros como una institución social. Pero el verdadero sentido y propósito de la Iglesia ha quedado relegado en el olvido.

El apóstol Pablo en 1 Corintios 11:22 exhorta a los creyentes diciéndoles ¿O menospreciáis la Iglesia de Dios…? Existen muchas formas a través de las cuales los cristianos podemos menospreciar la Iglesia de Dios: 1. Desconociendo la enseñanza doctrinal de las Escrituras respecto a la Iglesia. Este tema debe ser investigado por todo creyente que ama a Cristo y su obra en la tierra, “nuestra peregrinación espiritual debe conducirnos hacia un aumento continuo de la investigación, aprecio y aplicación de toda la verdad. La doctrina de la iglesia no debería ser excluida”[1]. 2. Una mala interpretación, y en consecuencia una mala aplicación, del concepto de Iglesia invisible. Este tema, mal explicado, es causante de un desprecio hacia la importancia sublime de la Iglesia local.

No obstante esta gran confusión que reina en el mundo cristiano del siglo XXI, la Biblia sigue firme y levantando la voz para proclamar que la Iglesia de Cristo es una institución sagrada con unas características únicas, establecidas hace mas de 20 siglos por el Salvador y los inspirados apóstoles.

[1] Downing, W. R. La Iglesia Neotestamentaria. Iglesia Bautista de la Gracia. Página 2. (CD BIBLIOTECA PURITANA).

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