domingo, 12 de octubre de 2008

IV. Fundamento apostólico de la Iglesia.

Las Sagradas Escrituras afirman que Jesucristo tiene su Iglesia, una Iglesia que permanecerá por siempre, pues las puertas del infierno no podrán prevalecer contra ella. (Mateo 16:18). Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Siendo que hay una Iglesia de Jesucristo podemos preguntarnos ¿Cuál de todas las Iglesias que existen hoy son la verdadera Iglesia de Jesucristo? ¿Y si hay una iglesia verdadera de Jesucristo, es nuestra congregación local una iglesia verdadera de Cristo?

Del texto bíblico que da inicio a esta sección podemos concluir varias cosas que vamos a enfatizar en nuestro estudio:

El Señor afirma que edificará su Iglesia. El sentido de edificar es que él construiría su Iglesia como aquel que construye un edificio.

9Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 10Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 1 Corintios 3:9-10

Este edificio llamado Iglesia tiene un fundamento firme y seguro el cual es Cristo mismo. Sobre este fundamento los apóstoles pusieron las bases para que el edificio llamado Iglesia siguiera levantándose con firmeza y seguridad.

Pero otros iban a continuar edificando encima, es decir, la Iglesia de Cristo continuaría creciendo día a día sobre el fundamento puesto por Cristo y los apóstoles.

Los pastores y maestros que verdaderamente han sido llamados por Cristo tienen la función de edificar la Iglesia tomando como base el fundamento que ya ha sido puesto. Ninguno puede decir que está construyendo la iglesia verdadera de Cristo sino edifica encima del fundamento seguro de Cristo y los apóstoles.

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:19-22

Nuevamente en este pasaje el apóstol Pablo, así como Jesucristo, habla de la Iglesia utilizando la figura de un edificio. No porque la Iglesia sea un edificio de concreto, sino porque esta figura representa con mayor claridad la forma cómo Dios va construyendo la Iglesia de Cristo.

Pablo dice que la Iglesia de Cristo se va edificando como un templo, día a día, sobre las bases seguras puestas por Jesucristo, los profetas y apóstoles. Es interesante notar que esta iglesia de Cristo se edifica y crece constantemente con los creyentes que ahora son morada de Dios el Espíritu Santo.

Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo 1 Pedro 2:4, 5

También el apóstol Pedro utiliza la figura del edificio para dar a entender que la Iglesia de Cristo va construyéndose día a día con la adhesión de nuevos creyentes que se convierten en piedras vivas para rendir sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

No solo la Iglesia de Cristo se va edificando con los nuevos creyentes, sino que las piedras que ya forman parte de este edificio van edificándose y creciendo. Este es el objetivo del trabajo de los siervos del Señor.


La Iglesia es de CRISTO. “Mi Iglesia”. Jesús no vino a establecer distintas iglesias que podrían denominarse propiedad u originadas por otros hombres. Jesús no estaba interesado en edificar distintos edificios que con el tiempo llegarían a tomar rumbos diferentes y adoptarían bases y fundamentos establecidos por otros hombres. Él vino a edificar su Propia Iglesia y solo esta podría ser llamada de Cristo. Ninguna otra.

Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre. Hechos 20:28

Esta Iglesia sería de Cristo porque él la compró y la ganó con su propia sangre. Es decir, siendo que él fue sacrificado como el cordero salvador, solo él puede tener el derecho de propiedad de esta Iglesia. Los pastores no son dueño de esta Iglesia, no pueden cambiar los fundamentos ni establecer otros, porque el dueño de la Iglesia ha ordenado que todos deban construir sobre el fundamento que es Cristo mismo.

y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Efesios 1:22

Jesucristo ha sido declarado por Dios mismo como la cabeza y dueño de la Iglesia, precisamente porque la Iglesia es su cuerpo. La verdadera Iglesia de Cristo solo tiene un propietario y este es Cristo. Ninguna persona u organización puede tener los derechos de propiedad de la Iglesia.

Cuando en este estudio hablemos de la Iglesia verdadera nos estamos refiriendo a la Iglesia establecida y fundada por Cristo y que pertenece solo a él.

Esta Iglesia verdadera deberá poseer las características y distintivos que le dieron Cristo y los apóstoles. Sino aparecen estos distintivos entonces no podrá ser una iglesia verdadera aunque lleve el nombre de Cristo.

Es el propósito mostrar a través de este estudio si nuestras Iglesias son manifestación de la verdadera Iglesia de Cristo o si estamos perdiendo el tiempo edificando sobre otro fundamento lo cual nos conducirá a la vergüenza como dice Pablo en 1 Corintios 3:12-15

Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.

Siendo que Jesucristo vino a edificar SU PROPIA IGLESIA, es muy importante para nuestras almas que tengamos seguridad si estamos en la Iglesia que edificó Cristo o si estamos en otra Iglesia.

Y esto solo lo sabremos conociendo el fundamento que establecieron Cristo, los apóstoles y profetas. Cuando sepamos qué establecieron ellos como distintivos de la verdadera iglesia podremos saber con seguridad si nuestra iglesia local es manifestación de la Iglesia de Cristo.

También es importante saber si nuestra Iglesia está construyendo sobre los pisos y niveles que antes de nosotros fueron construidos por los santos siervos del Señor en estos 21 siglos de historia de la Iglesia. Porque si despreciamos lo que la Iglesia verdadera ha construido a través de la historia, estamos rechazando la obra del Espíritu Santo quien también edifica, a través de sus siervos, sobre el fundamento apostólico.
Este es un asunto de gran importancia para todos y no debe ser tomado con ligereza o sin interés. Dependiendo de si somos o no la Iglesia verdadera de Cristo asimismo sabremos si somos piedras vivas del templo del Señor u hojarasca que se quemará en el día del gran juicio.


Las Sagradas Escrituras ponen de manifiesto que la Iglesia tiene un fundamento firme, el cual fue establecido por Cristo y los apóstoles:

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Mateo 16:18

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:19-22

Hemos visto que Jesucristo vino para fundar una Iglesia, la cual sería propiedad exclusiva de él. Esta Iglesia, cual un edificio, sería construido sobre el fundamento establecido por Cristo y los Apóstoles. Toda iglesia debe construir sobre este fundamento, de lo contrario será otra iglesia, y dejará de pertenecer al Salvador. Pero ¿Qué significa edificar sobre el fundamento apostólico? En este tema también se presenta gran confusión hoy día. La Iglesia Romana dice que ellos fundamentan sobre los apóstoles en el sentido que ellos reclaman tener los sucesores de los apóstoles, en cabeza del obispo de Roma, a quien consideran sucesor directo del apóstol Pedro. Siendo así, ellos se consideran apostólicos porque sus nuevos apóstoles sostienen y guardan la verdad y la santidad de la Iglesia mediante sus declaraciones infalibles para cada nueva época. Pero ya sabemos por la historia de la iglesia romana que las declaraciones de los “sucesores de Pedro” no son infalibles por dos razones contundentes: Primero, si todos los obispos de Roma son infalibles esto implica que todos deben hablar conforme a la verdad, pero la verdad es única respecto a algo, no pueden haber dos declaraciones contrarias con respecto a algo que sean verdad a la vez, una es falsa y la otra verdadera. Muchos obispos de roma, en el transcurrir del tiempo se han contradicho en sus declaraciones “infalibes” lo cual muestra que realmente no son apóstoles inspirados por el Espíritu Santo, y por lo tanto no pueden ser fundamento para la Iglesia. Segundo, si estos “sucesores” fueran infalibles no entrarían en contradicción con las declaraciones escriturales de los apóstoles y profetas que participaron en la confección del Nuevo Testamento, pero ya sabemos que no hay coincidencia en temas tan importantes como: La salvación, la justificación, la importancia de las buenas obras, el objetivo del bautismo, la santa cena, los requisitos de los obispos, la importancia actual de María la madre de Jesús, y muchos mas. Además, las Escrituras no dejan instrucciones para la escogencia de nuevos apóstoles después de la muerte de los Doce. Solamente el cargo de Judas el traidor debió ser ocupado por otro varón, pero hay silencio frente al tema de escoger sucesores. El apóstol Pablo se considera como el último de los apóstoles. (1 Cor. 15:8). “Implícito en el apostolado está la comisión de ser testigos, mediante palabras y señales, del Cristo resucitado y de su obra consumada. Por su misma naturaleza dicho ministerio no podía repetirse ni transmitirse, así como no podrían transmitirse las experiencias históricas subyacentes a los que nunca habían conocido al Señor encarnado, o no fueran objeto de una aparición posterior a su resurrección. Si bien el Nuevo Testamento muestra que los apóstoles se ocupaban de que existiese un ministerio local, no hay indicios de la transmisión de las funciones característicamente apostólicas a ningún integrante de dicho ministerio. Tampoco era necesaria tal transmisión. El testimonio apostólico se mantuvo en la obra perdurable de los apóstoles, y en lo que adquirió carácter normativo para las épocas posteriores, o sea en su forma escrita en el NT.[1]

Aunque dentro del protestantismo evangélico histórico no se han dado movimientos que pretendan sostener una especie de sucesión apostólica, en este último siglo, algunas agrupaciones religiosas, derivadas del protestantismo, pero muy alejadas de sus principios doctrinales, están reclamando tener una especie de “casta apostólica”. Aunque estos grupos, por su informalidad y carácter populista, no han sustentado una teología bíblica seria respecto a sus nuevos apóstoles, realmente están influenciando a gran parte del cristianismo, especialmente en Latinoamérica y África. Estos nuevos “apóstoles” no son designados por un concilio ecuménico que represente a la iglesia mundial, como hace el Catolicismo Romano, sino que algún “jerarca”, reconocido a través de los medios de comunicación como la radio o la televisión, le “unge” como tal y desde entonces es conocido como un nuevo “apóstol”. Así tenemos hoy día miles de “apóstoles” en estos grupos. Algo curioso de este movimiento es que los “nuevos apóstoles” pueden transmitir esta autoridad a otros líderes para que también se conviertan en “apóstoles”. Realmente no voy a dedicar mucho espacio para analizar bíblicamente este movimiento, pues, él se cae por su propio peso. Siendo que ellos no presentan un sustento teológico serio y de piso, sino que se fundamentan en sus supuestas “nuevas revelaciones”, es difícil entrar en una discusión bíblica, puesto que para ellos la Biblia ha dejado de ser la norma última en materia de fe y conducta, siendo esta autoridad reemplazada por las experiencias y las imaginaciones elevadas de sus líderes. Solo voy a comentar dos asuntos: Primero, el mismo principio que hemos dado para rechazar la sucesión apostólica en el romanismo es válido para este movimiento, y segundo: No hayamos en las Escrituras que los apóstoles hayan recibido autoridad para ordenar o transmitir su autoridad a nuevos apóstoles. Las Escrituras nos muestran con claridad que los apóstoles son nombrados directamente por Jesucristo encarnado (Mateo 10; Hch. 1:2; Ef. 4:1; Ap. 21:14), y cuando fue necesario nombrar al reemplazo de Judas, esto no fue decidido por los apóstoles sino que seguía siendo prerrogativa de Dios, quien actuó favoreciendo una especie de “suerte” que no conocemos hoy día. También es importante observar que toda la iglesia existente en ese tiempo participó en este proceso. (Lea Hch. 1:12-26). Los apóstoles, a su muerte, no designaron sucesores. Ellos sabían que su ministerio estaba relacionado con los fundamentos de la Iglesia y que una vez puestos, no era necesario designar más apóstoles. Ellos no dieron instrucciones para la escogencia de nuevos apóstoles, como si hicieron para la escogencia de ancianos o pastores, los cuales, de alguna manera, iban a continuar la obra empezada por los doce, mas Pablo. Los “nuevos apóstoles” que se ufanan hoy de llevar ese título no tienen ninguna autoridad bíblica para ejercer su “apostolado” y deben ser tenidos como usurpadores de títulos. También debemos tener en cuenta que las Escrituras advierten a la Iglesia de los “falsos apóstoles”: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos. Ap. 2:2

Pero ¿Si hoy día no tenemos apóstoles en el sentido de autoridad, cómo podremos tener iglesias apostólicas? ¿Cómo sabemos si estamos edificando sobre el fundamento apostólico? Realmente cuando la Biblia habla de la Iglesia como asentada sobre el fundamento apostólico, está refiriéndose exclusivamente al ministerio especial de los doce, mas Pablo. Solamente ellos fueron designados para este ministerio fundacional. “La autoridad apostólica es autoridad mesiánica delegada por cuanto los apóstoles fueron los testigos comisionados por Cristo, sus emisarios y representantes (cf. Mt. 10:40; Jn. 17:18; 20:21; Hch. 1:8; 2 Co. 5:20), a quienes el dio exousia para fundar, edificar y administrar su iglesia universal (2 Co. 10:8; 13:10; cf. Gá. 2:7ss)”[2].

Para entender lo del fundamento apostólico de la Iglesia es necesario recordar las figuras que la Biblia utiliza para la Iglesia; una de ellas es la de un gran edificio. Un edificio debe estar cimentado sobre un fundamento firme y seguro. Solamente uno. No se van construyendo nuevas bases en la medida que nuevas plantas o pisos se van adicionando sobre los ya existentes, sino que el único fundamento o base puesto al principio, debe ser tan fuerte y sólido como para sostener los nuevos pisos altos que se construyen. Siendo que Dios no improvisa, ni es sorprendido por el crecimiento de la Iglesia en ningún siglo, él tuvo el cuidado de poner un fundamento o base que lograra sostener todo el edificio. Este fundamento está afianzado en la roca inconmovible que es Cristo (Mt. 16:18). La Iglesia universal, y en consecuencia toda iglesia local bíblica, está fundamentada en la roca que es Cristo. La Iglesia se deriva de aquel que la compró con su sangre, el cual fue constituido como cabeza de ella. Jesús es la roca porque, además de haberla ganado con precio de Cruz, él se encarga de guiarla, enseñarla y santificarla. (lea Efesios). Jesús designó a los hombres que se convertirían en ministros de la misma y les dio el Espíritu Santo para que les ayudara en esta labor.

Jesús, el dueño y Señor de la Iglesia, escogió, designó, autorizó y capacitó a los doce, mas Pablo, para que se convirtieran en el fundamento firme sobre el cual se construiría todo el edificio llamado Iglesia. Ellos estuvieron mas cercanos a Cristo que cualquier otra persona en el mundo, escucharon directamente sus enseñanzas, estuvieron tres años a su lado, día y noche, aprendiendo las verdades de su evangelio. Los apóstoles fueron testigos de la resurrección de Cristo y se convirtieron en los portavoces del Salvador para el resto de la humanidad (1 Cor. 2:9-13), sus enseñanzas tienen el carácter de normas de fe (Gálatas 1:8; 2 Ts. 2:15), y de conducta (2 Ts. 3:4,6,14). En las Escrituras hayamos que ellos pueden hacer uso de la autoridad dada por él (1 Co. 5:4; 2 Ts. 3:6) y sus enseñanzas deben ser tomadas como directos mandamientos de Jesús. (1 Co. 14:37).

Entonces, la apostolicidad de la Iglesia actual no se encuentra en los “nuevos apóstoles” que puedan surgir, sino en la sumisión a las enseñanzas impartidas por los primeros y únicos apóstoles autorizados por Cristo para este fin, es decir, los doce, mas Pablo. “Ya que su autoridad dependía de la comisión personal y directa de Cristo, no tuvieron, hablando con propiedad, sucesores; pero cada generación de cristianos debe evidenciar su continuidad con la primera generación, y su lealtad a Cristo, sujetando su propia fe y conducta a la norma de enseñanza que proporcionaron y registraron los delegados nombrados por Cristo para todos los tiempos en los documentos del Nuevo Testamento, a través de los cuales la exousia apostólica sobre la iglesia se ha constituido en una permanente realidad”[3]

Todos los ministros y siervos de Jesús que vendrían con el transcurrir del tiempo deberían ser fieles en continuar construyendo sobre el fundamento establecido por Jesús, los apóstoles y profetas, es decir, deben enseñar lo que Cristo y los apóstoles enseñaron. Ni una enseñanza más ni una menos. Salirse de estos límites conlleva al error y desvía a la Iglesia del rumbo indicado por el Salvador.

Los apóstoles de Cristo recibieron las revelaciones que complementaban el Antiguo Testamento y que se convertirían en parte de la revelación escrita para el pueblo de Dios:
Hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. Hch. 1:1
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Hch. 2:42
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Hch. 4:33
Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles. 1 Cor. 12:28
Misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu. Ef. 3:5
Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles. 2 Ped. 3:2
Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Judas 17

El apóstol Pablo insiste en que los pastores o ancianos deben enseñar y edificar a la Iglesia conforme a la doctrina que ha sido enseñada por los apóstoles:

Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. 2 Tes. 2:15
Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina. 1 Tim. 1:3
Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. 1 Tim. 4:6
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. 1 Tim. 4:16
Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad. 1 Tim. 6:3
Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias. 2 Tim. 4:2-3
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Tito 2:1
Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 2 Juan 9-10

“Los apóstoles son “supervisores universales” de la Iglesia y, mediante su testimonio, son el fundamento (Mt. 16:16-18; Ef. 2:19-22; Hch, 1:20-26; Ap. 21:14). Así, la obra del Cristo ascendido se continúa mediante su testimonio (Hch. 5:31,32). Estos “testigos” gobiernan aún la Iglesia de Cristo mediante sus testigos escriturados (El Nuevo Testamento). El Espíritu está presente para aplicar esa palabra hasta el fin los siglos”[4]

Podemos concluir este capítulo afirmando categóricamente que Jesús y los apóstoles siguen edificando a la Iglesia de este siglo mediante el testimonio escrito (Las Sagradas Escrituras). Toda Iglesia debe sujetarse fielmente a las instrucciones y enseñanzas de la Biblia, si desea ser apostólica. Aquellas congregaciones que se han apartado de la fidelidad a las Escrituras, o han adoptado otra autoridad, llámese nuevas revelaciones, Papa, nuevos profetas o apóstoles, están edificando con heno y hojarasca, y muy pronto el Señor de la Iglesia les dirá: “No los conocí”.

[1] Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Página 96-97.
[2] Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Páginas 147-148.
[3] Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Página 148.
[4] Waldrom, Samuel. Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689. Evangelical Press. Página 319.

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