domingo, 12 de octubre de 2008

VIII. La celebración de las Ordenanzas (El Bautismo Cristiano)

La Iglesia está llamada por su Salvador para que sea edificada constantemente. Esta edificación se da a través de lo que, en teología, llamamos los medios de gracia. Estos medios de gracia se encuentran encabezados por la Predicación de la Palabra. Ella nos conduce a un crecimiento sólido en la gracia. Pero también hay otros medios a través de los cuales somos edificados, como la oración, las celebraciones cúlticas y los sacramentos u ordenanzas.

La confesión de Westminster define así los sacramentos u ordenanzas: “Los sacramentos son signos y sellos santos del pacto de gracia (Rom. 4:11) instituidos directamente por Dios (Mat. 28:19; 1 Cor. 11:23 para simbolizar a Cristo y a sus beneficios y para confirmar nuestro interés en él (1 Cor. 10:16 y 11:25,26; Gál. 3:27) y también para hacer una distinción visible de aquellos que pertenecen a la Iglesia y los que son del mundo, (1 Cor. 10:21) y para obligar solemnemente a aquellos al servicio de Dios en Cristo conforme a su Palabra. (Rom. 6:3,4; 1 Cor. 10:2-16)”. Capítulo XXVII, párrafo I.

Cuando hablamos de las ordenanzas o sacramentos nos referimos al Bautismo y la Santa Cena (comunión), las cuales fueron instituidas directamente por Cristo, y son de obligatorio cumplimiento para todo cristiano. Aunque otras tradiciones aceptan cinco sacramentos adicionales a los mencionados, realmente no encontramos apoyo bíblico para elevarlos a la categoría de ordenanzas o sacramentos. “La obligación de continuar con los ritos sacramentales depende de: (1) Su institución por Cristo; (2) su mandato expreso de que sean continuados; (3) su uso esencial como símbolos de actos divinos que forman parte de la revelación evangélica. Hay sólo dos ritos obligatorios para todos los cristianos que cumplen estos requisitos. No hay justificativo bíblico para otorgar a los otros ritos llamados también sacramentales (e.d. confirmación, orden, matrimonio, penitencia, extremaunción) el mismo rango que el bautismo y la Cena del Señor, los que desde el principio se asocian conjuntamente con la proclamación del evangelio y la vida de la Iglesia (Hch. 2:41-42; cf. 1 Co. 10:1-4)”[1]


Algunos cristianos prefieren no utilizar el término sacramento para referirse al Bautismo y la Cena, debido, especialmente, al uso que hace la Iglesia Católica Romana de ese término. Pero he querido incluirla en este libro debido a que ella nos ayuda a comprender mejor el sentido espiritual de las ordenanzas. El pastor Samuel Waldrom, exponiendo la confesión Bautista de 1689, explica porqué en esta no se encuentra la palabra “sacramento” mientras que en la confesión de westminster si: “La gran pregunta suscitada por la ausencia de esta palabra en la Confesión (1689) tiene que ver con la conveniencia de utilizar esta palabra. La respuesta depende de lo que queremos decir con ella. Si el término se nos asocia con un sacramentalismo supersticioso que atribuye una eficacia salvadora a los sacramentos, probablemente no la utilizaríamos. Si sacramento es solamente una manera reverente y conveniente de hablar acerca de las dos únicas ordenanzas de Cristo que hacen uso de emblemas físicos, entonces podemos hallar que es una palabra útil.”[2]

Cuando usamos la palabra ordenanza nos referimos especialmente a que Cristo instituyó directamente ese símbolo, cuando utilizamos la palabra sacramento estamos diciendo que estos símbolos externos representan una gracia espiritual interna obrada por Cristo a través de la fe en la Palabra que acompaña estas ordenanzas[3] (misterio). Así que, nuestro término sacramento, no va mas allá de esta definición. No creemos que el bautismo y la Cena del Señor sean medios de salvación.

En este punto del estudio podemos preguntarnos ¿Representan alguna bendición espiritual el ejercicio cristiano de los sacramentos u ordenanzas? De seguro que sí. El cumplimiento fiel y verdadero de las ordenanzas, junto con una vida cristiana disciplinada, aseguran bendiciones espirituales para sus practicantes, así como puede conllevar a disciplina de parte del Señor. “Cuando se los recibe (los sacramentos) como corresponde, los sacramentos son portadores de bendición para el creyente. Pero dichas bendiciones no se limitan al uso de los sacramentos, y cuando se les efectiviza, mediante los sacramentos su otorgamiento de ningún modo entra en conflicto con el fuerte acento bíblico que se pone en la fe y la piedad. Los sacramentos, cuando se administran de conformidad con los principios estipulados en las Escrituras, nos recuerdan continuamente el gran fundamento de nuestra salvación, Cristo en su muerte y resurrección, como también la obligación que tenemos de caminar como es digno de la vocación a la cual hemos sido llamados.”[4] Harvey, al respecto afirma: “El Espíritu Santo obra en el alma por medio de la verdad – verdad, sea manifestada en lenguaje o en símbolo. La verdad es el medio del poder del Espíritu Santo en el hombre. Pero, puesto que la verdad se manifiesta más vivamente por un símbolo que por lenguaje, y puesto que en las ordenanzas está acompañada por una acción distinta del participante – no escuchándola aquí pasivamente, sino con ascenso pleno del entendimiento, corazón y voluntad, profesándola y obedeciéndola activamente – la verdad se aprende más claramente y con más afecto en las ordenanzas, y se hace más eficazmente el medio del poder del Espíritu en el alma. Su eficacia, pues, puede concebirse como doble”[5]. Harvey explica que las ordenanzas son “Símbolos o representaciones visibles de las verdades vitales y céntricas del Evangelio” y son “acciones simbólicas en las cuales se hace una profesión de fe personal en estas verdades”[6]

Podría agregar el siguiente beneficio:

Celebrar las ordenanzas, conforme a las instrucciones de las Escrituras, conllevan a bendiciones como resultado del sometimiento al Señorío de Cristo. Celebrar las ordenanzas es obedecer los mandatos de Cristo. Jesús dijo que la Iglesia debe hacer discípulos en todo el mundo “bautizándolos”. Esta ordenanza, entonces, se convierte en una obediencia a lo que Cristo expresamente mandó. De la misma forma él ordenó que sus discípulos celebraran la Cena del Señor, hasta que él venga. Las Sagradas Escrituras son enfáticas en afirmar que la obediencia en el creyente le conduce a numerosas bendiciones. Él está agradando a Su Señor, está reconociendo que él gobierna sobre su vida. (1 Samuel 15:22; Hch. 4:19; 5:29; Gál. 3:1; Rom. 1:5; 6:16; 16:19; 2 Cor. 9:13; 1 Ped. 1:22; Det. 11:26-28)

El Dr. Martyn Lloyd-Jones aclara algo muy importante respecto a la esencialidad de los sacramentos: “Pero nos apresuramos a decir que los sacramentos no son esenciales, y tomamos el pan y el vino no porque creamos que son esenciales, sino porque este sacramento así se ha instituido y porque nuestro Señor mismo lo ha establecido como uno de los medios de gracia. Decimos que los sacramentos no son esenciales porque, según nuestra definición, no añaden nada a la Palabra. Y los sacramentos no transmiten ninguna gracia específica o excepcional…. La Palabra y los sacramentos jamás deben separarse…, los sacramentos siempre deben observarse en conexión con la predicación de la Palabra.”[7]

¿Son necesarios el Bautismo y la Cenal del Señor para la salvación? Definitivamente debemos responder, acorde con las Escrituras, no son necesarios para la salvación. Ni el bautismo salva a nadie, ni la Cena. “Las mismas Escrituras enseñan en todas partes que Dios mira al corazón; que Él demanda de los hombres caídos simplemente fe en nuestro Señor Jesucristo y arrepentimiento para con Dios como las únicas condiciones indispensables de salvación; que todos los hombres tienen libre acceso a Dios, por medio de la mediación de Cristo, para obtener de Sus manos la remisión de pecados y todos los beneficios de la redención”[8]

¿Quiénes han sido autorizados para oficiar los sacramentos? En la historia del cristianismo este ha sido un tema de debate. La confesión de Westminster afirma que solamente los ministros ordenados pueden administrar los sacramentos, lo mismo hace la declaración de Saboya. La primera confesión Bautista de Londres afirma que todos los discípulos pueden administrarlos. Mientras que la Confesión de 1689 dice que las ordenanzas “han de ser administradas solamente por aquellos que estén cualificados y llamados para ello, según la comisión de Cristo”.

Algunos utilizan 1 Corintios 4:1 como sustento para afirmar que solo los ministros ordenados pueden dispensar los sacramentos. Pero en este pasaje la palabra “misterios” no hace referencia a las ordenanzas, aunque si habla de los ministros como administradores.

En la gran comisión, dada por Cristo antes de subir a los cielos, podemos hallar una guía que nos permita determinar quiénes son los autorizados para suministrar los sacramentos. Cuando leemos la gran comisión de Mateo 28, y los pasajes paralelos en los otros evangelios, por lo general pensamos que esta fue dada a todos y cada uno de los cristianos, pero la realidad es que el pasaje nos presenta con claridad a quiénes fueron dadas estas palabras. Mateo 28:16 dice: “Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado”. A ellos fue a los que Cristo les dio la gran comisión. Esto no quiere decir que los miembros están libres de ayudar en la divulgación del evangelio, pero los directamente responsables son los apóstoles. Sabemos que los apóstoles no llegaron a todo el mundo con el evangelio, pero ellos ordenaron ancianos que se encargaran de continuar como administradores en el pueblo de Dios. “¿Son los ministros ordinarios administradores de Dios? ¡Sí! Tito 1:7 utiliza la palabra usada en Lucas 12:42 para describir al administrador. El versículo 5 utiliza la misma palabra que se usa tanto en Mateo 24:45 como en Lucas 12:42 para describir al administrador como designado o encargado. La aparición de estas dos palabras en este contexto deja claro que Pablo estaba pensando en Lucas 12:42 al dar estas instrucciones en Tito 1:5-7. Dios tiene aún administradores en su Iglesia y sobre sus siervos en la actualidad en el oficio continuo de anciano.”[9]

Según éstos análisis, lo mas acertado es que los ministros (ancianos-maestros) se encarguen de administrar las ordenanzas, aunque, en situaciones donde no haya un anciano ordenado para ello, la Iglesia local puede designar a algunos varones reconocidos por su buen testimonio y devoción para que lo hagan, puesto que la Iglesia es la que ha recibido la autoridad de Cristo para celebrar el bautismo y la Cena.

Antes de estudiar en detalle el bautismo y la Cena del Señor, es preciso que estudiemos el tema de la Predicación de la Palabra, siendo que ella es el principal medio de gracia. Es mas, las ordenanzas infunden bendición en el creyente que las celebra, de acuerdo a lo mandado por Cristo y con corazón sincero, solamente en el sentido de que ella es acompañada de la Palabra de Dios.

- La predicación de la Palabra, como medio de gracia.

Un medio de gracia es el canal a través del cual Dios transmite su gracia especial para el crecimiento y edificación del creyente, con el fin de conformarlo a la imagen de Cristo. En ese sentido, la Predicación de la Palabra es el medio de gracia efectivo y supremo. Las ordenanzas, el Bautismo y la Cena, son medios de gracia, pero estando acompañadas de la Palabra de Dios, en última instancia, es la que produce crecimiento y bendición en el comulgante, por la aplicación poderosa del Espíritu Santo. Berkhof, a propósito, declara: “La Biblia no sólo es el principium cognoscendi de la teología (conocimiento de Dios), sino que es también el medio que emplea el Espíritu Santo para la extensión de la iglesia y para la edificación y nutrimiento de los santos. Es por sobre todas las cosas la Palabra de la Gracia de Dios, y por tanto, también es el más importante de todos los medios de gracia.”[10]

Hablando en sentido estricto solamente la Palabra de Dios puede ser considerada como medio de gracia, pues, a través de ella, el Señor se dirige en forma especial a su pueblo para transmitirles su gracia especial. A través de la Palabra es que la fe llega al corazón del hombre, por la acción del Espíritu Santo (Ro. 10:17). Ella tiene el poder de limpiar al creyente (Juan 15:3), producen vida (Fil. 2:16), es efectiva (Is. 55:11), es santificadora (Ef. 5:26), es viva (Heb. 4:12) tiene la facultad de sanar (Sal. 107:20), liberar (Juan 8:32), iluminar (Sal. 119:130) y regenerar ( Stg. 1:18). Ella es fuente de vida nueva (1 Ped. 1:23) y alimento espiritual (1 P. 2:2). Pero la Palabra ofrece todas estas gracias, solamente cuando el Espíritu Santo la aplica al corazón del hombre. No se trata de un conocimiento meramente intelectual, sino del poder del Espíritu obrando a través de y junto a la Palabra.

- El bautismo cristiano.

La confesión de Londres de 1689, respecto al bautismo, dice: “Es una ordenanza del Nuevo Testamento instituida por Jesucristo, con el fin de ser para la persona bautizada una señal de su comunión con Él en su muerte y resurrección, de estar injertado en Él (Ro. 6:3-5; Col. 2:12: Gá. 3:27), de la remisión de pecados (Mr. 1:4; Hch. 22:16) y de su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en novedad de vida (Ro. 6:4)” Cap. 29, párrafo 1.

Todo creyente en Cristo debe ser bautizado como una señal externa, y un testimonio ante el resto de la comunidad, de su fe interna y confianza en Jesús como Salvador y Señor. (Mat. 28:19). Además el bautismo le une formalmente como miembro de la iglesia local (Hch. 2:41; 2 Cor. 12:13; Gal. 3:27,28).

El bautismo ofrece una simbología muy especial:

- Representa la unión íntima del creyente con Jesús, ha sido injertado en su cuerpo glorioso. (Rom. 6:3-11; Gál. 2:19-20; 3:27; Col. 4:4-5).
- Siendo uno solo el bautismo , éste forma parte del sustento espiritual de la unidad de la Iglesia de Cristo (todos somos uno en Cristo). Ef. 4:5; 1 Cor. 12:13.
- El bautismo representa la Salvación que ha sido obrada por nosotros. (1 Ped. 3:21).

Otra razones por las cuales todo cristiano debe ser bautizado:

1. Porque esta es una ordenanza instituida directamente por Cristo y su cumplimiento debe hacerse en todos los tiempos hasta el fin del mundo. (Mat. 28:19-20). No hallamos en el resto del Nuevo Testamento ningún sustento para pensar que esta práctica debía ser abrogada. Todos los apóstoles continuaron administrando la ordenanza del bautismo, incluyendo a Pablo. Algunos encuentran un sustento para no practicar el Bautismo tomando como base la declaración de Pablo “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio” 1 Cor. 1:17. Pero “la intención de Pablo no es desacreditar al bautismo, sólo sigue el ejemplo del ministerio terrenal de Jesús. Lo que Cristo hacía era proclamar el evangelio, dejando que sus discípulos administraran el bautismo a los creyentes (Juan 4:1,2). Jesús nombró a los apóstoles como pescadores de hombres (Mt. 4:19), comisionándolos a pescarlos mediante la predicación. Predicar es echar la red, es la labor apostólica. Bautizar tiene que ver con juntar los peces y ponerlos en canastas. Como Pablo tenía que dedicar todo su tiempo y dones a la predicación de la Palabra, dejó a otros el asunto del bautismo”[11] Otras personas argumentan que el bautismo corresponde a los rudimentos de la fe cristiana, pero al autor de Hebreos dice que debemos dejar los rudimentos de la doctrina para seguir creciendo en la fe “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.” (Heb. 6:1-2). Hay un principio hermenéutico que es de carácter universal y aplicable a todo escrito, el cual dice que todo texto debe ser interpretado de acuerdo a su contexto, de lo contrario será solamente un pretexto para sustentar alguna posición personal. ¿Qué es lo que viene hablando el autor de Hebreos en estos pasajes? Desde el versículo 11 del capítulo 5 el autor está dando una serie de exhortaciones a los cristianos destinatarios para que avancen en la madurez cristiana. Ellos se habían estancado en su crecimiento doctrinal. Solamente conocían las bases de la doctrina cristiana, lo cual era necesario para todo aquel que empezaba a andar en la nueva fe, pero el ideal cristiano es que todos avancemos y profundicemos en las doctrinas bíblicas. El autor les compara con los bebés que necesitan tomar leche porque su organismo no resiste comer cosas sólidas, pero este bebé de crecer y en la medida de su crecimiento estará capacitado para comer cosas sólidas. Un bebé no permanecerá siempre en su estado infante, sino que irá madurando. Lo mismo debe pasar en la vida cristiana. Todos empezamos como bebé en la vida cristiana, y debemos conocer las doctrinas básicas como el arrepentimiento, la fe, la necesidad del bautismo y otras. Sin este paso inicial no hay verdadero cristianismo. Una persona no nace siendo adulta, todos empezamos como niños. En la vida espiritual todos debemos empezar con lo básico, pero debemos seguir creciendo. Esto lo que dice al autor de Hebreos, reprocha la lentitud de aprendizaje y crecimiento de sus lectores. No querían avanzar más allá de la fe salvadora, el arrepentimiento y el bautismo. Se quedaron estancados. Él no está diciendo que estas cosas no son necesarias, estos son conocimientos y deberes iniciales para todo creyente, el que no empiece por allí está errado y lo más probable es que no pertenece al pueblo de los redimidos. El ejemplo bíblico nos indica que todos los verdaderos creyentes acudían a bautizarse porque esto es reconocer que se someten a Jesús como Señor, él lo mandó y yo lo cumplo. Es asunto de obediencia y sometimiento a Jesús, él no solo debe ser nuestro Salvador sino también nuestro Señor.

2. El bautismo con agua es una representación del bautismo con el Espíritu Santo. La Biblia dice que los verdaderos creyentes, en el momento de su conversión, son bautizados con el Espíritu Santo al cuerpo de Cristo. (1 Cor. 12:13). Ninguna persona puede decirse ser salva sino ha sido bautizada por el Espíritu Santo, pues, éste bautismo tiene como fin la purificación (Luc. 3:16; Mat. 3:11; Mar. 1:8; Juan 1:26,33; Hch. 1:5; 11:16). En Tito 3:5 se le llama “el lavamiento de la regeneración y renovación en el Espíritu Santo”. Sin este bautismo espiritual no hay regeneración ni transformación. Pero el bautismo en agua se convierte en un símbolo o representación exterior de la obra interna efectuada por el Espíritu Santo. Bautizarse en agua se convierte en un férreo signo pedagógico que nos recordará por siempre la obra interna efectuada en nosotros por el Espíritu Santo. No se trata simplemente de un rito, el bautismo es un símbolo especial que nos conduce a afirmarnos en la fe.

3. “El bautismo fue hecho por Cristo un requisito previo para la membresía de una iglesia y el acto inicial de una vida y servicio cristianos. Ningún acto de servicio para Cristo es completamente aceptable a Él, si el acto inicial no se ha observado y obedecido”[12]

4. Si bien es cierto que el bautismo no tiene como propósito el limpiarnos del pecado original, o el añadir mas gracia a nuestra salvación, no obstante el bautismo “es un sello y una señal de la remisión de los pecados y de nuestra justificación…. El bautismo es algo que nos habla a nosotros. Al igual que habla el anillo nupcial en el dedo, así habla el bautismo a los que se bautizan, dándoles una seguridad de que sus pecados han sido perdonados y que han sido justificados. No son justificados porque hayan sido bautizados, son bautizados porque han sido justificados. El bautismo no es el medio de su perdón y justificación, sino una seguridad de ello”[13]

5. La confesión de Westminster declara de manera sublime la importancia del bautismo cristiano. “El bautismo es un sacramento del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo… para que sea para ella un signo y sello del pacto de gracia, del hecho de que está ingerida en Cristo (Gál. 3:27; Rom. 6:5), de su regeneración (Tit. 3:5), de la remisión de sus pecados (Hch. 2:38; 22:16; Mar. 1:4) y de sumisión a Dios por Jesucristo para andar en novedad de vida. (Rom. 6:3,4).

6. Archibald Hodge añade esta razón “El objeto del bautismo es que sea un signo visible de nuestro pacto del Señor y de nuestra consagración a su servicio, y por esto es una profesión pública de nuestra fe y un distintivo de nuestra fidelidad, y entonces nuestra iniciación formal en la Iglesia Cristiana, y un símbolo de nuestra comunión con los demás cristianos. 1 Cor. 12:13.”[14]

¿Cuáles son los elementos usados en el bautismo?

La Biblia habla de dos elementos externos esenciales. El agua y en el nombre de la Trinidad.

El agua es utilizada como un elemento esencial para bautizar porque así nos es indicado en la Palabra. (Mat. 3:13-16; Hch. 8:36-39; 10:47). El agua en las Escrituras representa la regeneración (Juan 7:37-38), es utilizada para la ordenación (Ex. 30:18-20), la limpieza (Ex. 40:7-32), la purificación (Ex. 19:10) y la santificación (Ef. 5:26).

El bautismo debe ser realizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (Mat. 28:18-20). “El significado de esto es que el bautismo era la identificación o unificación simbólica del bautizado con aquel en cuyo nombre era bautizado. El bautismo simboliza unirse uno mismo a Dios mediante pacto: convirtiéndose en su seguidor o discípulo (1 Co. 1:12-15; 10:2).”[15]

Algunos grupos prefieren bautizar solamente en el nombre de Cristo, basados en la narración de Lucas: “Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.” Hch. 8:16. “Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.” Hch. 19:5. Realmente estos pasajes no deben representar ningún problema interpretativo si se toman en el contexto histórico de su tiempo. Los apóstoles, y en especial Pablo, insisten en presentar el nombre de Cristo como el nombre que revela, en palabra y hecho, la plenitud de Dios. Esto no quiere decir que los apóstoles estaban rechazando o minimizando la importancia del Padre o del Espíritu Santo, pero siendo que iniciaba una dispensación especial donde el misterio de Dios era revelado a través de Cristo, consideraron muy importante resaltar el nombre de Cristo. Los judíos tenían la revelación del Padre y la del Santo Espíritu de Dios, pero ahora era necesario insistir especialmente en el nombre de Cristo, al cual estaban empezando a conocer. Así que cuando bautizaban en el nombre de Jesús, están diciendo que bautizan a la persona con la autoridad de Jesús, quien reveló la trinidad de Dios. No podemos tomar estos pasajes para bautizar solamente en el nombre de Cristo, sino que debemos ser obedientes al mandato explícito que él mismo dio: “Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Mateo 28:19. “Trenchard opina que el bautismo en el nombre del Señor Jesús era para los creyentes en el Dios verdadero, de modo que el acto de su bautismo significaba sobre todo su unión con Cristo, mientras que las naciones en general habían de ser bautizadas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”[16] (Citado por Lacueva)

[1] Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Página 1187.
[2] Waldrom, Samuel. Exposición de la Confesión Bautista de fe de 1689. Evangelical Press. Página 342
[3] Harrison, E.F., Diccionario de Teología. Ed. Desafío, Pág. 549.
[4] Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Ed. Certeza. Página 1187.
[5] Harvey, D.D. La Iglesia. Ed. Clie Página 124.
[6] Ibid. Página 125.
[7] Lloyd-Jones, Martyn. La Iglesia y las últimas cosas. Ed. Peregrino. Página 44.
[8] Hodge, Charles. Teología sistemática (II Tomo). Ed. Clie. Página 510.
[9] Waldrom, Samuel. Exposición de la Confesión Bautista de fe 1689. Evangelical Press. Página 346.
[10] Berkhof, Luis. Teología Sistemática. Ed. T.E.L.L. Página 729
[11] Hendriksen, William. 1 Corintios. Ed. Desafío. Página 59.
[12] Cobb, J.E., Manual de la Iglesia Bautista. Casa Bautista Misionera de Publicaciones. Página 89.
[13] Lloyd-Jones, Martyn, La Iglesia y las últimas cosas. Editorial Peregrino. Página 52.
[14] Hodge, Archibald A. Comentario de la confesión de fe de Westminster. Ed. Clie. Página 319.
[15] Waldrom, Samuel. Exposición de la confesión Bautista de Fe de 1689. Evangelical Press. Página 361.
[16] Comentario Bíblico completo de Matthew Henry. Ed. Clie. Página 1523.

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